El camino, sin duda, lo pavimentó Warhol hace ya medio siglo: la
fusión inseparable ya entre arte y mercado, la puesta en cuestión del paradigma
del arte reservado, enclaustrado, platónico, cara al academicismo y al purismo
estético; al cabo, las lecciones prácticas de Warhol sobre arte y mercado, y
sobre el arte como mercado, fueron lo preponderante en la estética occidental.
Hoy, ya nadie con seriedad podría realizar una crítica moral de dicho paradigma
estético. Que el arte sea comercial, y siga siendo arte, es parte de la
axiomática cultural de nuestra era postmoderna. Lo único que sí no ha cambiado
al cabo del tiempo, es la medición de la calidad de las obras de arte. Forma,
pericia técnica, densidad significativa, hoy como ayer, representan el carácter
valorativo básico de la creación artística.
Escalera eléctrica, 2012. |
Justo bajo este parámetro se evalúa la obra escultórica del
artista mexicano Rodrigo de la Sierra. Con base en el personaje central de
Timoteo, lograda caricatura de las actitudes humanas que, en palabras del
artista, “se vuelve un espejo de quien lo mira” y que “tiene como base la
dinámica de la acción”, ha generado un universo plástico que combina con
precisión el gancho estético comercial con la lograda ironía crítica, común al
arte de valía cultural.
Instalación conceptual: Éxodo, 2012. |
En conversación con Milenio.com,
de la Sierra expresó que “todo comenzó como una auto crítica; Timoteo en su
inicio fue mi alter ego, que se transformó en un personaje universal que sirve
para realizar una ironización de la sociedad actual; con él he intentado
reflejar la levedad del Ser”. Arquitecto de profesión, tras más de una década
de dedicarse a dicha actividad estético-pragmática, decidió hinchar las velas
por el camino exclusivamente escultórico. En dicha empresa, ha sabido mezclar
el sentido administrativo con el creativo; una acertada noción de lo comercial,
sin perder la intencionalidad estética tradicional; al respecto, el escultor
afirmó: “no me parecen que lo comercial y lo, llamémoslo cultural, estén
contrapuestos. Mi experiencia en el ámbito arquitectónico me ha dado la
posibilidad de establecer un adecuado esquema de negocios, sin perder el
sentido de lo que quiero decir con la escultura. Bienales y galerías; casas de
cultura y exposiciones comerciales, no se contraponen”.
De esta manera, accedemos a la serie de 20 esculturas y una
instalación con 7 más, todas con el personaje central de Timoteo, ser humano
caricaturizado que transmite la épica absurda de nuestro tiempo (por cierto, el
artista avanzó en la charla con Milenio.com
que posiblemente lo pueda expandir al mundo de la ilustración, la animación y
la pintura).
Happiness, 2012. |
Así, a través de un justificado didactismo, el autor trabaja en
sus esculturas (todas ellas de bronce, aunque con una pátina especial que les
da una visibilidad marmolea) una narrativa cercana a la historieta conceptual.
Ejemplos de ello son las obras Happiness,
en la que un grupo de Timoteos hacen fila, ven la hora, cuentan sus monedas y
finalmente pasan frente a una máquina que levanta un espejo para prodigarse una
sonrisa en el reflejo; acabado el momento, regresan a la grisura de lo
cotidiano. O en Memento mori: un
pelotón que se dirige entusiasmado al campo de batalla con la muerte impasible
cuidando la retaguardia. Y, quizá la más contundente de todas: Escaleras eléctricas, en la que un grupo
de hombres giran en banda potencialmente al infinito. Dependencia inexorable
del ser humano y su máquinas, sin sentido de la vida moderna; o, por mejor
decir, sentido interno sin resolución, ensimismado e imparable.
Memento mori, 2012. |
*Esta nota apareció originalmente en Milenio.com; disponible en:
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