Siempre son bienvenidos los hallazgos documentales
relacionados con personalidades artísticas cuya trayectoria ha sido ya
ampliamente recorrida por la crítica, la historia cultural y el análisis
estético, incluso al nivel de parecer agotado todo aquello que de un autor
puede decirse. Por ello, es de mucho interés el reciente ensamblado documental
en torno a una faceta poco conocida del pintor y muralista mexicano, Rufino
Tamayo: la de diseñador de vestuario y de coreografía teatral.
En efecto, en el año de 1959, a instancias de la
fundadora y entonces directora del Royal Opera House, Covent Garden de Londres,
Ninette De Valois, se preparó una puesta en escena en ballet, bajo una
interpretación libre, de la obra clásica de Eurípides, Antígona. Con el propósito de dar un cariz innovador a la pieza,
fueron llamados dos personalidades entonces jóvenes para la dirección teatral (John
Cranko) y musical (Mikis Theodorakis). A ellos se unió la invitación a Tamayo
para desarrollar la estética de la puesta en escena; el artista mexicano, si
bien no era joven en ese tiempo y era ya reconocido internacionalmente como
pintor, sí que era nuevo en las artes teatrales. De esta manera se desarrolló
dicha faceta excéntrica dentro del grueso de la obra del pintor.
A decir del curador de la muestra, Juan Carlos
Pereda, “por medio de una lectura reciente del archivo Tamayo, se ha
descubierto facetas poco conocidas del artista, como la que ahora se presenta”.
Asimismo, señaló que no se preservan registros sonoros o fílmicos de la puesta
original, sino solamente fotografías de la misma, algunas de las cuales se
presentan en la exposición a manera de reproducciones en gran formato sobre
telones translúcidos. Junto a éstas, se encuentran disponibles al público
reproducciones de las críticas periodísticas de la época, que muestran a los
analistas divididos en torno a la propuesta atrevida para la época. También se
pueden observar réplicas del programa y del elenco participante, lo mismo que
fotografías en formatos pequeño y mediano de la obra en acción.
A la par de todo ello, se rescataron una serie de
pinturas realizadas por el artista a manera de bocetos para los acabados de
vestuario y escenografía de la Antígona de Cranko (14 goauches originales, en total). A decir del curador, algunas de
estas obras se encontraban prácticamente arrumbadas en el estudio del muralista
y en su momento no se sabía a qué serie u objetivo pictórico personal
correspondían. En ellas, destaca un atrevimiento que resultaría en última
instancia en una especie de innovación postmodernista por parte de Tamayo:
dotar al contexto griego antiguo con rasgos eminentemente mexicanistas, que
destacan de manera especial en la visualidad de un paisaje sideral combinado
con elementos clásicos de la arquitectura griega en la escenografía, al igual
que en los detalles de la utilería guerrera de la obra: escudos y espadas con
reminiscencias de la iconografía prehispánica, cara en mucha de su obra
pictórica.
*Esta nota se publico originalmente en Milenio.com, disponible en:
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