En el marco de las actividades del Festival Internacional por la
Diversidad Sexual, del Museo de la Mujer de la Ciudad de México, fue inaugurada
la exposición escultórica y gráfica de la artista plástica mexicana Alejandra
Zermeño. Durante la inauguración del evento, Margarita Almada, Coordinadora del
Centro Documental del Museo, fundadora del mismo e investigadora de la UNAM, dijo
que la exposición “expresa mucho de lo que somos los seres humanos:
sentimientos, sensibilidad y entereza”. De la misma manera, subrayo que “en el
Museo de la Mujer, se busca presentar la historia de las mujeres, sus
circunstancias de vida más allá de la historia tradicional que sólo presenta a
los hombres. Aunque es un espacio abierto a mujeres y hombres, siempre en el
marco del apoyo a la igualdad de género”.
La muestra consta de 15 esculturas y 8 dibujos y pinturas.
Zermeño, Maestra en Artes visuales por la UNAM, conversó con Milenio.com y afirmó que “tras el momento
crucial en mi persona, que fue la muerte de mi madre en diciembre del 2012,
cuando aún era una mujer en plenitud, que todavía no llegaba a los sesenta
años, tuve la necesidad de recuperar el tema de la feminidad, entrevistando a
mujeres para que relataran su experiencia femenina como insumo para mi obra. En
esta ocasión, fue un grupo femenino de clase media, profesionistas, con edades
de 25 a 57 años. El hilo conductor de sus narraciones fueron sus experiencias
sexuales en una sociedad como la nuestra, esencialmente machista, donde incluso
hubo testimonios de acoso y agresión sexual infantil. El resultado fue una colección
muy emotiva. Por igual, resultaron diversas historias de empoderamiento, de
reencuentro y de regeneración; de fuerza y energía”.
La colección muestra a una artista con pleno dominio del arte
escultórico que en esta ocasión fue realizado con la técnica del moldeado y
vaciado en resina; y lo mismo puede decirse de los dibujos que acompañan a muchas
de las esculturas en los que se refleja con eficacia algún momento crucial de
la vida de las entrevistadas. Así en El
ciclo, conjunto de cuatro esculturas en resina, Zermeño representa los
diferentes momentos del ciclo lunar femenino, culminando con el momento de la
menstruación, objetivado en una figura negra revista por un bordado de
polipropileno en el mismo color, material que es utilizado en la fabricación de
toallas femeninas y se cree que muy dañino para la piel. La figura transmite
asimismo el ocultamiento social que dicho acontecimiento biológico ha tenido de
manera perenne en nuestra sociedad.
Por su parte, la serie Sakura,
compuesta por dos esculturas de resina y un dibujo a tinta, pastel y lápices de
colores, nombrado, Watashi wa: quién quiero
ser, codifica la historia de una joven mexicana de ascendencia japonesa “donde
se unen dos culturas muy machistas” —apuntó la autora—, que había sido educada
para ser una ama de casa tradicional, pero que al llegar a la juventud se
rebela contra dicho designio familiar. Con dos acabados contrastantes, un busto
churrigueresco, que carga el rostro de la joven con una bien lograda exuberancia
floral, que representa el renacimiento femenino, personal y social (con el
detalle añadido de un minúsculo rostro infantil que asoma entre las flores, “recuerdo
ornamental de lo que estaba destinada a ser”, dice Zermeño), tiene su
continuación en una escultura de cuerpo completo, con un carácter mucho más
minimalista, en la que la representación de la joven mujer transmite la dinámica
de la regeneración o elevación del ser femenino, por medio de las líneas
florales que a manera de tatuajes vitales recorren partes clave de su cuerpo,
como son el brazo, la pierna y el cuello.
Asimismo, las tres piezas más íntimas, personales y emotivas de la
colección; aquellas dedicadas a su madre, al penoso proceso patológico
cancerígeno que padeció y a su fallecimiento. Así, el tríptico de mini
esculturas, titulado La mamámaestra,
representa con claridad un rostro cariñoso y sabio, rodeado de conchas y
caracoles marinos: representaciones ineludibles del eco del tiempo ido que, no
obstante, reverbera en su interior para el escucha atento. Enseñanzas y
palabras de una sabiduría femenina al mismo tiempo personal y ancestral
contenida en el rol social y biológico supremo de nuestra especie: la madre. “Al
hacer estas piezas -comentó la escultura a Milenio.com-
había bloqueado la impresión de su muerte”. No así en el dibujo de grafito y
pastel sobre papel, La muerte, “que fue
un momento catártico para mí” —apuntó Zermeño—. La pieza refleja con precisión
el momento de la última exhalación, la transformación del organismo ordenado en
su paso a su definitiva modificación biológica desintegradora. Pero al mismo
tiempo, refleja con puntualidad la apacibilidad gestual final de alguien que
cumplió con la vida; que se fue siendo amada y recordada. La triada cierra con
el dibujo de tinta y grafito sobre papel estampado La no curación: la quimio. Obra que transmite una doble
contundencia; por una parte, la dolorosa realidad de que en el estado actual de
la ciencia médica, el remedio más socorrido contra los diversos cánceres -la
quimioterapia-, muchas veces es más dañino que la propia enfermedad, con
resultados agresivos en exceso para el organismo. Por otra parte, transmite igualmente
un gesto de silente súplica a la cual se superpone una fuerza de vida, de
resistencia y de ganas de luchar aún en el desahucio; algo que, qué duda cabe,
es característica esencial y privilegio vital de las mujeres.
*Esta nota apareció originalmente en Milenio.com:
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