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Revista Replicante

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domingo, 16 de mayo de 2021

El cyberpunk y el cine

 

En el destacado estudio Planeta de ciudades miseria, el investigador independiente Mike Davis elabora un repaso panorámico global de uno de los problemas más alarmantes de nuestra civilización: el advenimiento de los asentamientos humanos post urbanos. Es decir, lugares de habitación masiva que carecen de la infraestructura básica que, tradicionalmente, configuró a las ciudades modernas. Espacios tomados por numerosos grupos de personas que únicamente cuentan con lo mínimo para subsistir. En muchos casos, solamente con un techo y algún tipo de delimitación precaria frente al medio ambiente circundante. Son las villas miseria, ciudades perdidas o arrabales del mundo entero. Ubicadas en una relación parasitaria con las grandes metrópolis, son el espejo negro de éstas. Dice Davis en su estudio:

 

El modelo clásico del campo poseedor de una gran mano de obra y de la ciudad como fuente de capital, se invierte en muchos lugares del Tercer Mundo, donde encontramos ciudades desindustrializadas poseedoras de una gran mano de obra, y regiones rurales con gran afluencia de capital. Dicho en otras palabras, el motor de esta «urbanización generalizada» se encuentra en la reproducción de la pobreza y no en la reproducción del empleo… Kinshasa, Luanda, Jartum, Dar-es-Salaam, Guayaquil y Lima crecen de manera prodigiosa pese a la ruina de sus industrias de sustitución de importaciones, de la reducción de sus sectores públicos y de la caída de las clases medias… Como resultado, el veloz crecimiento urbano en un contexto de ajuste estructural, devaluación de la moneda y recorte del gasto público, ha resultado una receta infalible para la producción en masa de áreas urbanas hiperdegradadas. Un investigador de la Organización Internacional del Trabajo calcula que en el Tercer Mundo, el mercado formal de la vivienda rara vez cubre más del 20 por 100 de las necesidades, por lo que la gente se construye sus propios chamizos, se refugia en alquileres informales y divisiones pirata del espacio, o simplemente se instala en las aceras.

 

Es un panorama preocupante que parece no tener punto de resolución en el futuro próximo o a mediano plazo. Obedece a una dinámica sistémica global, inter generacional y de largo alcance en sus consecuencias. Marca, asimismo, un momento de inflexión histórica: el verdadero tránsito de la Modernidad a la Postmodernidad, ya no como fenómeno exclusivamente cultural y filosófico, sino contundentemente cotidiano. Un poco más adelante en su obra, Davis afirma:

 

Así pues, las ciudades del futuro se encuentran lejos del cristal y del acero con que las imaginaban generaciones anteriores de urbanistas: la realidad nos presenta un panorama de ladrillo sin cocer, paja, plástico reutilizado, bloques de cemento y tablones de madera. En lugar de ciudades de luz elevándose hacia el cielo, la mayor parte del mundo urbano del siglo XXI se mueve en la miseria, rodeado de contaminación desechos y podredumbre. De hecho, los 1.000 millones de habitantes que ocupan las áreas urbanas hiperdegradadas, podrían mirar con envidia las ruinas de las sólidas viviendas de barro de Çatal Hüyük levantadas en Antolia en el alba de la vida urbana hace nueve mil años.

 

De hecho, sí que existen las ciudades del futuro (es decir, vigentes en la actualidad y de durabilidad futura altamente previsible), “de cristal y acero” y “de luz elevándose hacia el cielo”. Los distritos centrales de lugares como Atlanta, Nueva York y Dallas. Ciudades satélite integradas al espacio urbano añejo, como Santa Fe en la Ciudad de México. Amplias extensiones comerciales, financieras y de vivienda como Hong Kong, Kuala Lumpur y Shangai. Ciudades completas con ese cariz como Dubai, Frankfurt y Doha. Es decir, junto con la realidad del crecimiento de la hiperdegradación urbana, se verifica al unísono su contraparte, el desarrollo del urbanismo monetarizado, eficiente, confortable.

 

 

Bordo de Xochiaca, periferia de la Ciudad de México

 

Así, el texto de Davis remite al artificio de la ciberpunkización de la sociedad, presente en numerosas obras literarias y cinematográficas postmodernistas. De la fundacional versión cinematográfica de la novela Do Androids Dream with Electric Sheep? (1968) de Philip K. Dick, BladeRunner de Ridley Scott de 1982, en la que se presenta una ciudad de Los Ángeles futura atestada de gente, hipertecnologizada, plagada de tribus urbanas, animales artificiales, ingeniería genética de tianguis, policías desenfrenados y androides humanizados en rebeldía, a la cinta Elysium (2013) de Neill Blomkamp, en la que el realizador no imaginó a la Los Ángeles del futuro como una sucursal hiperpoblada y desregulada del Tokio actual, como hiciera Scott hace una generación, sino que la vislumbró como una de las peores ciudades miseria de Latinoamérica: el Bordo de Xochiaca en la periferia paupérrima de la Ciudad de México (y fiel a su estilo hiperrealista, que mostró espectacularmente desde su ópera prima del 2009, District 9, fue justo en ese sitio donde la cinta fue filmada). Un universo de masas humanas que viven en la perdición del desempleo crónico, la insalubridad, el crimen, el hambre y la degradación irremisible del medio ambiente que los rodea. Controlados por robots policías y mercenarios-soldados a las órdenes del gobierno de los millonarios, poderosos y exquisitos que viven aislados no ya de estas comunidades, sino del planeta mismo en una estación espacial, sucursal sideral de Beverly Hills, conocida como Elysium. 

 

 

Robots redundantes mal atienden a la población depauperada en Elysium

 

El cyberpunk, ha afirmado Fredric Jameson, en tanto que género artístico especialmente desarrollado en la literatura y el cine postmodernos, es ante todo el planteamiento de una disutopía, en la doble acepción del término. Por una parte, es lo opuesto a las utopías clásicas que poseían un halo redentor de armonía, concordia y superación de las contradicciones sistémicas de un mundo problemático. Por otra parte, es la negación de dicho género literario-filosófico, ya que éste, por definición, propone un futuro deseable pero improbable, cuando no imposible de llevarse a efecto.

El cyberpunk, en cambio, plantea un porvenir atroz cuya materialización cuenta con todas las probabilidades a favor. Es el paso siguiente en la desaforada lógica del desarrollo de nuestra civilización. Jameson ha identificado en dicho subgénero de la ciencia-ficción una característica fundamental: su construcción como prognosis de la inminente desaparición de la sociedad burguesa, que durante tanto tiempo ha sido llamada, eufemísticamente, ‘sociedad civil’; desaparición de la sociedad civil, pero no del capitalismo como modo de producción y como motor generador de la sociabilidad humana.

De esta guisa, la estética cyberpunk recoge y proyecta en un cúmulo de obras, una abigarrada imaginería crepuscular en la que se mezclan los más inquietantes avances de la cibernética, la ingeniería genética y la física nuclear, con el montaraz resurgimiento de atavismos tribales, místicos y oscurantistas —la neobarbarie—, en medio de ciudades hacinadas, polucionadas y decadentes, constituyendo así la propuesta estética más viable para sondear, criticar y prospectar el devenir del actual sistema-mundo.

En muchos sentidos, el cyberpunk retrotrae a la civilización a un punto de no retorno. Al mismo tiempo, lugar de desolación que nacimiento de un nuevo porvenir. Pero lo más interesante es que el producto de dicho parto no es ni redentor ni luminoso. En dicho género se preserva el pathos de la decadencia sistémica, pero sin resolución emancipatoria. El sistema-mundo capitalista entra en un impasse posthumanista (ya efectivo en el presente en muchos lugares del mundo), pero nunca postproductivo. Los ejes de su dinámica vital, fabricación y mercantilización; venta y consumo, siguen intactos. Ha cambiado la sociedad que lo sostiene, pero no su vigencia económica. 

 

 

La pirámide inteligente de la Corporación Tyrell en Blade Runner

 

Es más, el cariz de la sociedad gira en torno a su realidad corporativa, como en los ejemplos emblemáticos señalados de Blade Runner y Elysium. De esta manera, el giro cyberpunk presenta la construcción del presente como pasado de un futuro inminente. Grado extremo de la dialéctica de lo nuevo y lo viejo desarrollada por diversos teóricos posmodernistas: ya no sólo el pasado se construye desde el presente, sino el propio presente in progress, se vuelve pasado del porvenir imaginado como debacle de su ser.

 

 

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