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Revista Replicante

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lunes, 20 de noviembre de 2023

Sobre el universo de Giordano Bruno

Giordano Bruno (1548-1600) tuvo entre sus principales áreas de estudio la especulación metafísica, en la que incluía a la astronomía y a la teología. Como el resto de los filósofos renacentistas, era un convencido teísta (el moderno ateísmo arribará a la cultura europea hasta el siglo XVIII) que intentaba dar sustento a la magnificencia divina ubicando la universalidad de dios en la Tierra y en el universo.
Lo revolucionario de su pensamiento sobre este tema es que, para él, no existía una verdad única sobre dios, sino que todas las culturas y todas las religiones habían dicho cosas ciertas e interesantes sobre el creador del universo. Algo, por supuesto, que se contraponía con la autoridad de la iglesia católica que siempre se había asumido como la poseedora de la verdad única sobre dios. En sus disquisiciones sobre lo divino, Bruno incluyó su versión de la realidad del cosmos que veía como una totalidad interconectada con afinidades en su modo de ser, dependiente de una fuerza suprema que hacía converger todo cuanto ocurría en el cosmos. Para él, todos los astros del firmamento tenían planetas y estos tenían habitantes, como ocurría en la Tierra. Soles, planetas y habitantes de estos poseían almas cuya esencia provenía de un dios creador común.
Como es evidente, el valor de las disquisiciones del filósofo no está en una ruptura plena con el pensamiento medieval, cuya vertiente metafísica se conserva en el Renacimiento, sino en la manera de poner en entredicho la autoridad de la iglesia católica que a través del tiempo, de manera unilateral, se había erigido como la única detentadora de la verdad sobre dios, el universo y el ser humano.

martes, 3 de octubre de 2023

Sobre "Tiempo y espacio de la novela" de Carlos Fuentes

En "Tiempo y espacio de la novela" (contenido en la coleccón de ensayos Valiente mundo nuevo de 1990), Carlos Fuentes comienza refiriendo la innovación intelectual que representó la interpretación histórica del italiano Giambatista Vico en el siglo XVIII, momento de la historia occidental que es reconocido como el de la consolidación de la revolución cultural europea que conocemos como Modernidad. Dice allí el novelista que las virtudes hermenéuticas principales de Vico fueron: «...el relativismo histórico, la convicción de que el valor de la historia es su variedad concreta, no su uniformidad abstracta» (p. 30). La previsión del pensador italiano es en contra de la posibilidad de afirmar un desarrollo monolítico de la razón humana, visión que ya poseía fuerza en su época bajo la convicción eurocentrista subyacente de que el parámetro de dicha racionalidad era el hombre europeo de la época. Para él, hacer historiografía significaba reconocer la aportación global que las diversas culturas habían hecho a la marcha de la humanidad. Esta era convergente en ciertos puntos y divergente en otros, nunca lineal ni definitiva.
Fuentes retoma la postura de Vico, afirmando que «...Vico llegaría en el siglo XX, cuando la riqueza de un pasado pluralista, vivido de manera concreta por muchas naciones y muchas razas, se volvió evidente» (p. 34), para apuntalar una de sus más firmes convicciones: que en el espacio textual de la novela ingresa dicha pluralidad histórica. Al hacerlo, recurre a las consideraciones críticas del pensador soviético Mijail Bajtin. Afirma Fuentes: «Territorio ocupado por quien habla y por quien escucha, por quien escribe y por quien lee, la palabra es siempre algo compartido. Al nivel verbal, todos somos participantes, dependemos los unos de los otros y somos parte de una labor dinámica y perpetuamente inacabada, que consiste en crear al mundo creando la historia, la sociedad, la literatura» (p. 36). Aquí es importante destacar cuáles son los principios estructurales sobre los que se construye la novelística. El primero es el lenguaje cuya semántica rebasa la intencionalidad de quien escribe. Es un medio cuyos vínculos con el mundo se han logrado con la larga historia de su uso. La semántica está íntimamente relacionada con la evolución de la humanidad, en general, y de cada cultura lingüística, en particular. Esta característica hace que, por principio, el material básico de las novelas rebase el uso específico que de él hacen los autores. De igual manera, los lenguajes son materiales híbridos. De manera cierta, poseen un núcleo de sentido que unifica a los hablantes durante cierto tiempo y cuya permanencia se intenta preservar por comodidad comunicativa. Pero inevitablemente, está en constante modificación tanto por las innovaciones propias de los diferentes ejes de la estructura social, como son la economía, la tecnología y el ámbito del arte, como por las integraciones extranjeras a la lengua, producto de la permanente interacción con otros pueblos, que se magnifica en la era de la globalización electrónica.
Por ello afirma el intelectual mexicano: «...para Bajtin todo significado está limitado por su contexto, pero paradójicamente, ese contexto no tiene límites. El nombre de semejante ilimitación es para Bajtin la heteroglosia, o sea la diversidad y pluralidad de lenguajes. En el mundo moderno, la novela es el lugar privilegiado donde se reúnen los lenguajes plurales, donde yo y el otro nos encontramos y proponemos una historia inacabada» (pp. 36-37). Por eso, Fuentes destaca el surgimiento de la novela en la Europa que comenzó a dinamizar su cultura, su política y su entendimiento del mundo natural, en el último periodo del Renacimiento y el comienzo del Barroco, Época Clásica o Modernidad: finales del siglo XVI e inicios del siglo XVII (algo que detalló en su ensayo Cervantes o la crítica de la lectura, de 1976). Así, esa nueva modalidad de la escritura, cuya concepción original implicaba transmitir las ideas novedosas por medio de la fabulación, se convirtió en el espacio idóneo para la convergencia de pensamientos (podían mezclarse acontecimientos de épocas separadas por el tiempo histórico); de estratos lingüísticos (se reproducía el habla de la nobleza y la del pueblo llano; la del jurista y la del astrónomo, etcétera); de idiomas y de la superposición entre estos; y de ideologías, entre muchas combinaciones más, puesto que el límite es el límite mismo de la palabra hablada y escrita. Afirma entonces el autor: «Narrativa donde todo posee un significado alterno. Construcción verbal no-literaria, no realista, que concierta la confrontación dialógica entre lenguajes diversos» (p. 37). De acuerdo con él, esta es la estructura paradigmática de la novelística. No sólo es el espacio de una historia que contar, que sería su primer nivel de sentido, sino también de los símbolos de una época, de la incorporación de elementos históricos, de atisbos prospectivos y de ideas en tensión cuando no en franco conflicto.

domingo, 11 de julio de 2021

Edificios inteligentes, una perspectiva mexicana

 

*Desde la antigüedad, una de las encomiendas de la arquitectura ha sido el aprovechamiento del espacio con sabiduría: en armonía con el entorno, con funcionalidad de uso y acabados estéticos. En la época contemporánea, una de las tendencias arquitectónicas se ha englobado bajo el término de “edificio inteligente”.

 

DESPUÉS DEL POSMODERNISMO: LA TECNOLOGÍA ARQUITECTÓNICA

En el imaginario colectivo forjado en los últimos cincuenta años, el siglo XXI ha sido destinado a ser el siglo del futuro. El momento en el que las fantasías de la ciencia ficción comiencen a materializarse. Automatización cibernética, uso masivo de robots, prótesis biónicas, regeneración biológica por medio de la ingeniería genética y una larga lista más. Muchas de estas instancias son ya una realidad. En diversos ámbitos de la sociedad, en efecto, vivimos ya en el futuro. De la medicina a la industria automotriz; de la agronomía a las telecomunicaciones, la inventiva tecno científica modifica de manera constante las relaciones laborales, comerciales, personales y políticas. En tanto que pilares de la vida en sociedad, el urbanismo y la arquitectura también son parte prominente de esta tendencia, dominada por la tecnología interactiva. 


Paradigma internacional de edificio inteligente.


Así, en las últimas dos décadas, y de manera preponderante en la actualidad, los desarrolladores inmobiliarios hablan constantemente de “edificios inteligentes”, “casas inteligentes”, “conjuntos habitacionales inteligentes”, etcétera, constituyéndose incluso en una moda en un importante segmento del mercado citadino.

Comencemos con la acepción estándar del término, aquella que lo iguala con el uso cotidiano e integrado de las ventajas tecnológicas. El reconocido portal inmobiliario Lamudi (www.lamudi.com.mx) da una definición de “edificio inteligente” que no es errónea, pero sí estrictamente comercial y restringida a uno de los aspectos de la “inteligencia” de las edificaciones, es decir, las integraciones electrónicas en los espacios habitables:

 

…se puede calificar a una edificación como inteligente si ésta ha sido dotada de tecnología que permita controlar remotamente varios dispositivos automatizados que tiene la estructura, y esto a través de eficientes sistemas computarizados. Así, los ocupantes del edificio pueden personalizar varias definiciones y características de tales dispositivos para sentirse más confortables y ahorrar tiempo y dinero. Del mismo modo, los sistemas de seguridad y la sustentabilidad son atributos que definen a estas construcciones. En suma, el objetivo es brindar una elevada calidad de vida a los que habitan el edificio y, en el caso de un centro laboral, de aumentar la productividad de los trabajadores.

 

EL SUSTENTO DE UN EDIFICIO INTELIGENTE ES LA FLEXIBILIDAD: CONVERSACIÓN CON JOSÉ MOYAO.

En conversación con el arquitecto José Moyao, quien entre muchas obras más, ha estado a cargo del nuevo palomar del Autódromo Hermanos Rodríguez, del Auditorio Telmex de Guadalajara y la reconstrucción del Frontón México, amplía la definición de “edificio inteligente” y propugna por una interpretación diversa del término:

 

Considero que el epíteto de ‘edificio inteligente’ es una forma de comercializar un tipo de inmueble. Para mí, un edificio inteligente es el que te permite hacer cualquier tipo de adecuaciones en un momento determinado. Aquel que tiene la posibilidad de hacer adaptaciones para diferentes usos. Es decir, que se puede convertir en oficinas, centro de cómputo, o un hotel. Eso sería para mí un edificio inteligente. Un recinto que tiene la capacidad de transformarse y adaptarse a las circunstancias que se le presentaran. Hoy día se le llama ‘edificios inteligentes’ a los que, por ejemplo, en teoría tienen ahorro energético, y digo en teoría porque en la actualidad vemos edificios que tienen las cuatro fachadas de cristal: norte, sur, oriente y poniente, cuando en realidad es la utilización de tipos de cristales que tratan de abatir un poniente que no están diseñados con esquema formal real para lo que se persigue.

 

Es decir, de acuerdo con la argumentada percepción de José Moyao, un edificio inteligente es, en realidad, un edificio flexible. Afirma entonces: “más allá de la tecnología, lo que calificaría como ‘inteligente’ a un recinto es la flexibilidad arquitectónica. Hay que recordar que la tecnología va cambiando, entonces, hacer sistemas de cableados estructurados para un solo tipo de tecnología, cae en la obsolescencia con rapidez. En cambio, mientras tengamos estructuras tanto de pisos como de muros que tengan la flexibilidad para poderse mover o cambiar los elementos tecnológicos según necesidades, en ese momento se vuelve un edificio inteligente”, puntualizó.


Render (1) del palomar del AHRs. Moyao Arquitectos.



Render (2) del palomar del AHRs. Moyao Arquitectos.


Sobre la especificación de los “edificios flexibles”, que son la propuesta del arquitecto para lo que se ha dado en llamar “edificios inteligentes”, abundó:

 

En mis términos, pondré el ejemplo de dos de nuestros edificios que considero inteligentes. El primero, es un edificio en Periférico donde está Sistemas Neumáticos de Envíos (SNE, Boulevard Adolfo López Mateos número 2777). Tiene el cien por ciento de plantas libres. O sea, no tiene una sola columna en medio, son claros de 17 metros con una altura de más de 4.70 metros; lo que ha permitido es que tenga diferentes tipos de usuarios; como oficinas corporativas, y zona de fabricación. Esto permite la flexibilidad que comento. El tratamiento hacia la fachada, que es el Periférico, es el oriente y tiene una “piel”, una celosía que permite controlar la luz solar; del lado poniente tiene corta soles para controlar el asolamiento por las tardes.

El segundo es el Frontón México; edificio que nació con el uso de frontón sin más, como un recinto art decó en el centro de la ciudad en la primera mitad del siglo pasado. Hoy, lo hemos transformado en un edificio vanguardista, con todos los avances de la tecnología: aire acondicionado, sistemas inteligentes de detección de humo, alarmas, etcétera. Pero la clave de su actualización fue que se le dio el carácter de usos mixtos. Tenemos el rescate del jai-alai, con gradas retráctiles, pero también puede servir para conciertos, con elementos acústicos que permiten que la música se escuche perfectamente; tiene también un casino de dos niveles y medio, un restaurante, un sky lounge y, por supuesto, las oficinas administrativas. Entonces, se ha convertido en un edificio de usos mixtos, ya que en la reestructuración completa que hicimos, obtuvimos una estructura abierta que permite esta flexibilidad. Por ejemplo, si el día de mañana el restaurante no funciona y quisieran poner en su lugar, digamos, un hotel boutique, esto sería totalmente factible.



 




Frontón México: joya restaurada. Flexibilidad interior.










LOS EDIFICIOS INTELIGENTES DEBEN SER CONTEXTUALES: ENTREVISTA CON VÍCTOR LEGORRETA.

Heredero de uno de los nombres más importantes en la arquitectura nacional; por sí mismo se ha forjado un nombre en la arquitectura moderna mexicana, participando en proyectos como el recinto del Papalote, museo del niño y, recientemente, con la imponente Torre BBVA, rascacielos de la avenida Reforma de la Ciudad de México.

1.      ¿Cómo define usted un edificio inteligente?

Ha habido confusión y polémica con el término de lo que entendemos por un edificio inteligente, ya que sin duda cualquier edificio construido con buena arquitectura debiera ser en sí mismo una solución inteligente a un problema determinado. Tratando de definir lo que en estos últimos años se conoce como edificios inteligentes pienso que son aquellos que han puesto especial énfasis en usar las nuevas tecnologías y la automatización para lograr un funcionamiento óptimo en un edificio, así como un mejor aprovechamiento de los recursos.

 

2.      ¿Cuál es el estado actual de los edificios inteligentes en México?

Si bien todavía tenemos mucho camino por recorrer con respecto a los países más desarrollados, afortunadamente en México cada vez hay más conciencia de hacer edificios sustentables y amigables con el medio ambiente. Los inversionistas cada vez se preocupan más por hacer construcciones que sean más fáciles y eficientes de operar, así como que consuman menos energía. El uso de las nuevas tecnologías ha permitido tener controles mucho más sofisticados para manejar elementos como la iluminación, el aire acondicionado o el agua para que se adapten a las diferentes condiciones de uso del edificio, dependiendo de la hora del día, de la época del año o de la cantidad de personas que lo usan en los diferentes momentos. Esto nos permite ser más eficientes, tener menores costos de operación, pero sobre todo ser más amigables con el medio ambiente.

 

Torre BBVA: el sketch.



3.      ¿Cuál es la relación entre productividad económica (empresarial y estatal) y la edificación de recintos inteligentes?

Los edificios inteligentes permiten que seamos más eficientes en el uso de los recursos, que contaminemos menos pero también ayudan a crear una ética de respeto al ambiente entre los usuarios. Esto es muy importante ya que empresas que están adoptando estos modelos en sus instalaciones ayudan a transformar la visión de sus empleados y clientes. De igual manera me da gusto ver que en las generaciones jóvenes un factor importante para decidir donde trabajar o consumir es el carácter en las instalaciones de la empresa o comercio y qué tan responsables son con el medio ambiente.

 

4.      ¿Cuál ha sido su experiencia personal en la concepción, diseño y construcción de este tipo de recintos?

En el despacho de Legorreta vemos el incorporar este tipo de nuevas tecnologías y el hacer una arquitectura que se adapte al medio ambiente no como una limitación sino como una gran oportunidad de diseño. Esto nos está generando el uso de nuevas formas y materiales que respondan a estas necesidades. Es importante señalar que, si bien nos entusiasma el uso de las nuevas tecnologías, siempre hemos pensado que la tecnología debe estar al servicio del hombre: nos debe ayudar a mejorar nuestra calidad de vida y a ser mejores personas y nunca se debe convertir, como pasa continuamente, en un fin en sí mismo. No debemos tampoco volvernos esclavos de la tecnología.

 


Torre BBVA: el diseño.

5.      En el contexto global, ¿en qué nivel se encuentra México en el desarrollo de edificios inteligentes?

No es fácil hacer una clasificación en cuanto al avance entre los edificios de diferentes países. La arquitectura debe presentar soluciones que respondan a las condiciones locales. Un edificio debe ser producto de un clima determinado, del entorno en donde está ubicado, de la forma de construir del lugar, así como de la idiosincrasia y cultura de los que lo van a habitar. Por eso es importante que busquemos soluciones que respondan a las situaciones particulares de nuestro país y no solamente importemos tecnologías de países más desarrollados pero que tienen situaciones diferentes. Por ejemplo, en la torre BBVA Bancomer trabajamos mucho con todo el equipo de ingenieros y arquitectos en una solución que permitiera que, durante gran parte del año, el edificio no use aire acondicionado sino solamente ventilación. Creo que con el clima de la Ciudad de México esto es muy factible. Debemos buscar soluciones para nuestro país y en donde los mexicanos seamos más felices.

 


Torre BBVA en todo su esplendor. Paseo de la Reforma, Ciudad de México.


6.      ¿Cuáles son los beneficios sociales de la construcción de edificios inteligentes?

Un edificio inteligente debe ser más fácil de usar, optimizar los recursos, pero sin sacrificar la calidad de vida. Por ejemplo, en una oficina permitir niveles de iluminación y temperatura óptimos sin caer en derroches de energía. Esto es posible mediante la instalación de sensores y de equipo que permiten regular los sistemas de acuerdo con las diferentes situaciones. También la automatización nos permite lograr diferentes tipos de ambientes, cada vez más sofisticados, que nos demanda el mercado. En hoteles o restaurantes ya se busca crear ambientes que integren diferentes escenarios con la música, iluminación, temperatura, fuentes, fogatas y otros elementos que cambien con los diferentes usos y horarios de los lugares. Ya se busca crear toda una experiencia y no solamente un entorno arquitectónico.

 

7.      Algún nuevo proyecto suyo en este sentido que nos pueda compartir.

Estamos trabajando en un hospital con Universidad en Kampala, Uganda. El cliente nos ha pedido un proyecto que cumpla con los estándares internacionales pero que a la vez responda a la cultura y situación local. Ha sido todo un reto lograr un edificio que sea eficiente, sofisticado pero que responda a las condiciones de un país menos desarrollado como Uganda. Nos hemos dado cuenta que muchas soluciones son en ocasiones de sentido común y aprender de elementos usados en las arquitecturas tradicionales, como ventilación cruzada o iluminación natural. La gran ventaja es que hoy en día con los nuevos sistemas de computación podemos modelar muchas de estas soluciones y saber de antemano cómo van a funcionar cuando antes se realizaban de forma empírica. Una vez más, ha sido usar la tecnología, pero con la inteligencia del ser humano.








*Una versión distinta de este texto fue publicada en el suplemento de arquitectura e interiorismo de El Universal.

 


miércoles, 7 de julio de 2021

Próximo círculo de lectura

 



La obra de Carlos Fuentes es tan vasta que parece inagotable. Más aún, porque sus obras más famosas, a fuerza de su recurrencia, dan la falsa apariencia de que el tema se ha agotado. Pero un novelista e intelectual tan productivo, es prácticamente inagotable.

Uno de sus períodos creativos más importantes lo tuvo en la década de los setenta del siglo pasado. En éste, consolidó el posmodernismo en su narrativa y elaboró la que quizá es la mejor novela mexicana del siglo XX: Terra Nostra.

Junto con ella, La cabeza de la hidra ha sido una pieza excepcional en su obra. Thriller político, sátira del nacionalismo y pesimista ante el poder político, además de sensual y vigorosamente citadina, debe ser considerada un clásico en el órgano creativo fuentesiano.





Nuevo curso en UDEMY: El fin del mundo entre nosotros

 




El Apocalipsis está entre nosotros. Desde el siglo I de nuestra era no se ha ido. De manera cierta, su cariz religioso ha menguado, salvo por algunas sectas paracristianas que aún lo sostienen como una inminencia tangible. Pero desde el arribo de la Modernidad, se transformó en razón política; en un discurso de renovación completa de la sociedad y de acción voluntariosa para lograrla. Junto a ello, dos vertientes apocalípticas se han consolidado: una, ominosamente concreta como es la existencia de decenas de miles de ojivas nucleares funcionales; la otra, es la abigarrada imaginería apocalíptica en ficciones varias: cómics, filmes, series, novelas.

Así, el Apocalipsis es un generador de sentido. Su imaginería angelológica y demonológica ha caducado en su mayor parte. Pero su fuerza de atracción se vincula con su poderoso presupuesto central: que todo tiene un fin, como es el caso del fin del mundo.




jueves, 10 de junio de 2021

Consideraciones sobre LMBN de Peter Sloterdijk

 

1

 

En su notable ensayo de inicio del milenio, escrito con motivo de los cien años de la muerte de Friedrich Nietzsche, titulado Sobre la mejora de la Buena Nueva, el filósofo alemán Peter Sloterdijk, exploró una cuestión fundamental para nuestra civilización: ¿cómo es posible la vigencia (o no) de la buena nueva cristiana en las circunstancias de la sociedad de masas contemporánea?

Para responderla, es necesario ubicarse en la gran ruptura cultural moderna, en los siglos XVIII y XIX. Es posible, así, encuadrar el espíritu del evangelismo cristiano dentro de los entonces novísimos parámetros interpretativos cientificistas y racionalistas. En breve, el reto ilustrado consistió en “...poder eliminar en el viejo Evangelio lo que se ha tornado incompatible con la propia glorificación personal como humanista y ciudadano”.

Esta perspectiva implica una inquietud que amerita una respuesta convincente. Si desde sus inicios, con la obra explícita de escisión de René Descartes[1], fue claro que la Modernidad encontró su razón ser en la diferenciación respecto del modo civilizatorio previo, es decir, la Edad Media, ¿por qué no simplemente deshacerse por completo de toda la parafernalia religiosa antigua y establecer el horizonte de todo pensamiento posible sobre nuevos fundamentos de cariz netamente racional? (Algo que, de manera cierta, propugnaron algunas de las mentes más brillantes del iluminismo, como Voltaire.)

La razón de que esto no haya sido así es algo que ya había sido anticipado por Hegel en sus Lecciones sobre la filosofía de la religión: en la alabanza teológica, el hombre no tanto alaba a Dios, como se alaba a sí mismo. En la misma tendencia de pensamiento, escribe así Sloterdijk: “[Dios] vuelve indirectamente hacia sí mismo dando un rodeo por el idioma humano en medio de una incesante autocelebración. En Dios su autoalabanza deviene incienso”.

De manera que la Modernidad conservó el filo cristiano occidental, puesto que implicaba la posibilidad de, por medio de su discurso de bienaventuranza, exaltar al hombre y su circunstancia. Un ejemplo preclaro de ello se encuentra en Thomas Jefferson y su esfuerzo, entre vanidoso, descabellado y piadoso, de armar un collage de la palabra cristiana, hasta conseguir la mezcla precisa que transmitiera sin mácula el pensamiento de Cristo.[2]

 

El estadista e intelectual estadounidense, Thomas Jefferson (1743-1826)

 

Jefferson asumió, quizá como nadie en la Modernidad, el reto de realizar una “mejora o reforma de los Evangelios”. En su ahínco (que ha pasado a la posteridad como “La Biblia de Jefferson”), se observa la última intentona por forzar la palabra del Evangelio antiguo a las condiciones estructurales de la época moderna.

El propio revolucionario norteamericano dejó de lado en su versión bíblica pasajes apocalípticos, narraciones de milagros y amenazas de castigo ultramundano, presentes en el Evangelio tradicional, por no ser ya compatibles con el tono de los tiempos dieciochescos. Jefferson pudo quizá haber sido el último cristiano de vieja cepa, pero sin duda fue el primero que vivió la palabra cristiana como “la metamorfosis del creyente en simpatizante”. Algo que sin duda toda secta estadounidense contemporánea tiene como carne y sangre de su actuar.

No obstante el tesón jeffersoniano de reformulación cristiana, la Modernidad siguió su desarrollo hasta llegar al punto en que las necesidades de enaltecimiento humano ya no pudieron dar el añejo rodeo teísta, así fuera bajo un arduo trabajo de edición ad-hoc, como el del tercer mandatario de los Estados Unidos. “La tijera, en suma, ya no puede salvar la autoestima del orador en el momento de propagar la Buena Nueva: uno constata que lo que queda del Evangelio entendido en su conjunto es algo que, de hecho, no resiste ya un serio examen”. Se volvió entonces inevitable intentar un nuevo Evangelio. Una forma lingüística similar en estructura, pero distinta en contenido, que cubriera la perenne disposición a la alabanza de sí del hombre. Esta aconteció en la persona de Friedrich Nietzsche.

 

2

 

La estrategia nietzschena ¾que, además, implicó la obra de toda una vida¾ consistió en desenmascarar y deconstruir una aporía fundamental en todo discurso de alabanza previo a su persona: toda exaltación humana vía la religión es, al mismo tiempo, una denigración del hombre. Por ello, su intento neoevangélico, tiene como propósito fundamental, “suprimir el falsete metafísico” para “canalizar de nuevo las energías euológicas”. En otras palabras, que el ser humano pueda realizar su autoalabanza sin culpa y sin vergüenza. Tal es el núcleo de lo que el propio Nietzsche calificó como “quinto Evangelio”, redactado en la forma de su poema épico, Así habló Zaratustra.

El “Evangelio” nietzscheano ha desembocado en la actualidad en la entronización sin rubores del individualismo en su sentido antropológico más consistente: “un tipo humano inmerso en los medios de comunicación”, que tiene la posibilidad de escindirse frente a sus condicionamientos sociales. “El individualismo tiene la capacidad de trabar vínculos con todo tipo de posiciones, y Nietzsche es su diseñador, su profeta”.

Afirmados en su personal circunstancia, creadores de los recursos para su propia alabanza, al día de hoy sólo ciertos artistas y empresarios globales han podido abrazar, en la práctica, parte de la esencia de la llamada individualista de Nietzsche. El reto de una civilización convulsa, cambiante y, a juicio de algunos, en crisis, será ver hasta dónde y hasta cuándo pudieran las masas del planeta regocijarse también con la Buena Nueva de la era post nietzscheana.

 

 

Friedrich Nietzsche: inteligencia filosófica sin par.

 

Porque no solamente es dejar atrás las amarras morales de la tradición occidental, como hace el individualismo exclusivista posmoderno; cosa sin duda indispensable, pero no suficiente para lograr esa nueva era del hombre que se supera a sí mismo, o era del “súper hombre” nietzscheano. Sino que también es necesario un extenso y profundo trabajo sobre la verdad. Desmontar todos aquellos conceptos pilares que se dan como supuestos de la existencia humana en la tierra. Algo que, de manera cierta, tiene como ejemplos paradigmáticos los trabajos genealógicos y deconstructivos, respectivamente, de Michel Foucalt y de Jacques Derrida.

En palabras de Sloterdijk: “Quien quiera resistir la quiebra de la economía de la ilusión hasta ahora existente, está obligado a ser algo diferente a un hombre tal y como hasta ahora se ha entendido… una especie de sobreviviente vacunado contra la locura de la verdad”.

 

*Todas las citas de Peter Sloterdijk provienen de Sobre la mejora de la Buena Nueva, Madrid, Alianza, 2005.

 

 



[1] Cuyas Meditaciones metafísicas de 1641 comienzan con la contundente y lapidaria sentencia: “Hace ya algún tiempo que me di cuenta de que, desde mi infancia, había tenido por verdaderas numerosas opiniones falsas... de modo que debía emprender seriamente por una vez en mi vida la tarea de deshacerme de todas las opiniones que había tomado hasta entonces por verdaderas, y comenzar completamente de nuevo, desde los cimientos, si quería establecer algo firme y constante en las ciencias”.

[2] Literalmente, el también estadista estadounidense, cortaba y pegaba previo trabajo de edición propia, pedazos de diferentes Biblias en idiomas variados hasta conseguir “la verdadera palabra” de Jesús: “El producto de este trabajo de corta-y-pega, que Jefferson emprendió en total dos veces de manera íntegra, fue presentado con el título The life and moral of Jesus of Nazareth… Parece evidente que su redactor estaba convencido de que en este trabajo de tijera disponía de criterios suficientes para distinguir en el texto transmitido entre lo utilizable y lo inutilizable”.

 

sábado, 29 de mayo de 2021

Consideraciones sobre Normas para el parque humano

 

En su obra No es país para viejos (No Country for the Old Men), el novelista estadounidense Cormac McCarthy realiza una disección alegórica del horizonte nihilista al que ha llegado nuestra civilización y que lo advirtiera Friedrich Nietzsche hace más de un siglo. Con su inconfundible estilo descarnado, uno de los más destacados novelistas estadounidenses vivos muestra por medios literarios los intersticios de un cambio esencial en el modo de concebirnos como sociedad global. Cito el inicio de la obra:

 

Mandé a un chico a la cámara de gas en Huntsville. A uno nada más. Yo lo arresté y yo testifiqué. Fui a visitarlo dos o tres veces. Tres veces. La última fue el día de su ejecución. Naturalmente, no quería ir. Había matado a una chica de catorce años y les puedo asegurar que yo no sentía grandes deseos de ir a verle y mucho menos de presenciar la ejecución, pero lo hice. La prensa decía que fue un crimen pasional y él me aseguró que no hubo ninguna pasión. Salía con aquella chica aunque era casi una niña. Él tenía diecinueve años. Y me explicó que hacía mucho tiempo que tenía pensado matar a alguien. Dijo que si lo ponían en libertad lo volvería a hacer. Dijo que sabía que iría al infierno. De sus propios labios lo oí. No sé que pensar de eso. La verdad es que no. Creía que nunca conocería a una persona así y eso me hizo pensar si el chico no sería una nueva clase de ser humano.[1]

 

«Una nueva clase de ser humano». La sentencia es interesante por lo que implica. Establece la posibilidad de que, en el trayecto de la civilización occidental post-humanista, hayan sido configurados individuos ajenos a los rasgos mínimos de solidaridad y compasión hacia los otros, establecidos de acuerdo con la ideología humanista de la Modernidad cuya encarnación institucional ha sido la invención de los Derechos Humanos.[2]

No es que la criminalidad no haya existido desde que las primeras civilizaciones emergieron en la cuenca del Éufrates recién pasado el Neolítico, sino que es posible que, como dice el sombrío pasaje de McCarthy, nos encontremos ante un ámbito social en el que ésta no sea la anomalía sino la regularidad. Porque en la actualidad los factores de desenfreno y de desinhibición son parte constitutiva de la cotidianidad. Junto con ellos, el principio rector del sistema-mundo capitalista, el valor de intercambio de todo cuanto existe, han dado como resultado una mezcla que tiene como resultado individuos ajenos a la mesura o la piedad.[3]

Sloterdijk ha hecho ver este horizonte posthumanista, engarzándolo con la época en que por primera vez en el mundo occidental las fuerzas desinhibitorias fueron ejecutadas como entretenimiento: la Roma de los juegos sangrientos:

 

En la civilización de la alta cultura los hombres se ven permanentemente reclamados a la vez por dos grandes poderes formativos que, en pro de la simplificación, aquí llamaremos sencillamente influencias inhibidoras y desinhibidoras… En la época de Cicerón estos dos polos de influencia aún se pueden identificar con facilidad, porque cada uno de ellos posee su propio medio característico. Respecto a las influencias embrutecedoras, los romanos, con sus anfiteatros, sus peleas de animales, sus juegos de lucha a muerte y sus espectáculos de ejecución, tenían montada la red de medios para el entretenimiento de masas más exitosa del mundo antiguo. En los rugientes estadios de toda el área mediterránea, el desinhibido Homo inhumanus lo pasaba tan a lo grande como prácticamente jamás antes y raras veces después. Sólo el género de las Chain Saw Massacre culmina la anexión de la moderna cultura de masas al nivel del antiguo consumo de bestialidades [del circo romano].[4]

 

El arco que vincula a nuestra civilización, en su etapa postmodernista, con el periodo de los espectáculos sangrientos de la Roma antigua es la dilución de las amarras —morales, institucionales y civilizatorias— de los instintos voraces y violentos de nuestra especie. Hoy como en aquel entonces, la muerte, la mutilación y la crueldad son parte de la cotidianidad. En aquellos tiempos aún era necesario ir a un recinto de sangre específico, cuyo paradigma lo podemos ver todavía hoy en las ruinas del Coliseo; en la actualidad, todo queda a un click de distancia del espectador regodeado en la pérdida de las mencionadas amarras morales y civilizatorias, es decir, extasiado en su desinhibición. Por ello, agrega Sloterdijk que esto ya tiene una influencia real, más allá del ámbito de la fantasía o de lo ideológico: ha creado sujetos que ejercen el poder de sus influencias desinhibitorias (o embrutecedoras) en contra del resto de sus semejantes: 

 

En la cultura actual está teniendo lugar una lucha de titanes entre los impulsos domesticadores y los embrutecedores y entre sus medios respectivos. Y ya serían sorprendentes unos éxitos domesticadores grandes, a la vista de este proceso civilizador en el que está avanzando, de forma según parece imparable, una ola de desenfreno sin igual: Remito en este punto a la ola de violencia que irrumpe en estos momentos en las escuelas de todo el mundo occidental, y especialmente en EE UU, donde los profesores empiezan a instalar sistemas de seguridad contra los alumnos. De igual manera que en la Antigüedad el libro perdió la batalla contra el teatro, así también hoy podría la escuela perder la batalla contra poderes educativos indirectos como la televisión, las películas violentas y otros medios de desinhibición, si no surge una nueva cultura del cultivo propio que mitigue esa violencia.[5]

 

De esta manera, podemos considerar el siguiente cuadro representativo de los penetrantes medios de desinhibición de nuestra era, ligados a gigantescos canales de difusión planetaria: 

 


 

Aquí es importante realizar algunas precisiones para evitar el moralismo fácil. Con certeza, Normas para el parque humano, a diferencia de lo que falsamente difundió Jürgen Habermas en su momento, no es un texto de celebración de esta circunstancia. Por lo contrario, es una crítica contundente al estado de cosas de la época contemporánea en el mundo occidental. Si se quiere, es una crítica moral a nuestro tiempo. Pero también es la descripción neutral de lo que, simplemente, ocurre, más allá de consideraciones binarias entre lo bueno y lo malo. Justo esto es lo que intento rescatar en el cuadro antevisto. 

 

La red desregulada, espacio por excelencia para la desinhibición mediática.

 

De manera cierta, una vez que hemos sido modernos, no podemos más que ver en el proceso de desinhibición actual, lo que los humanistas greco-romanos llamaban “embrutecimineto”, un problema civilizatorio mayor, justamente porque lo que en éste se lleva a efecto es la disolución de los principios metafísicos de la Modernidad que, al cabo, se convirtieron en principios estructurales de la civilización occidental.

No obstante, también se puede ver en dichos procesos extremos ─extrema violencia, extrema crueldad, extrema tolerancia psicológica a ambas, etcétera─ la consecuencia inevitable de la contra cara de la Modernidad: la dinámica de mercantilización de todo lo existente y la cohesión social con base en la funcionalidad productiva. Algo que hermana al empresario y al pirata (o al capo y al sicario), como lo estableció Sloterdijk en su obra En el mundo interior del capital.

Sobre esto insistieron filósofos del siglo XX como Theodor Adorno y Michel Foucault. En síntesis, establecieron que la metafísica ético-jurídica de la Modernidad, signada por el humanismo libresco y la invención burguesa de las instituciones de la democracia (de élites) representativa fueron maneras de hacerse con el poder por medios nuevos por parte de una clase social acotada. Algo que se tiene que seguir reflexionando de manera puntual en este siglo XXI.

En Normas para el parque humano, Sloterdijk es consciente de ello, pero al mismo tiempo sabe que la dialéctica entre humanismo y embrutecimiento, de larga prosapia occidental, como lo manifiesta al referir la idea de Platón sobre el pastoreo del hombre por el hombre, es prácticamente inevitable. Y que incluso en la época posmoderna del declive del libro y la lectura, tendría que realizarse de alguna manera el control de los instintos violentos de nuestra especie.

 

Sloterdijk: mirada crítica hacia el futuro.

Por ello, lanza la provocadora idea de un control genético futuro del comportamiento individual. Algo que en su momento también fue tergiversado por sus detractores, calificándolo de eugenésico. Pero no: simplemente advirtió lo que se atisba en el porvenir. Ante la incapacidad de un encauzamiento tradicional de la conducta mesurada, las estructuras de control y poder habrán de recurrir a la tecnociencia para un mínimo control de las masas. Probablemente, estemos mucho más cerca de lo que pensamos de llegar a esa nueva etapa de la civilización occidental institucionalizada.


[1] McCarthy, Cormac, No es país para viejos, Barcelona, Mondadori, 2006, p. 9.

[2] Por esta razón, uno de los más renombrados teóricos del último cuarto de siglo, el finado filósofo estadounidense Richard Rorty, insistió a lo largo de su trayectoria intelectual que lo importante no era tanto ocuparnos de la verdad y la bondad en sentido metafísico, sino en construir sociedades y maneras de convivencia en las que las personas edificaran verdaderos lazos de solidaridad con sus semejantes y en los que la crueldad fuera entendida como lo peor que puede ejercer el ser humano hacia los otros y hacia el resto de los seres vivos, incluyendo al propio planeta. Véase su obra paradigmática, Contingencia, ironía y solidaridad, Barcelona, Paidós, 1991.

Por supuesto, Rorty fue consciente de que la opción de una ejecución pragmática de los principios modernos, eliminando su carácter ideológico y metafísico, era el clavo ardiente de la civilización posmoderna.

[3] La filósofa mexicana, Sayak Valencia, ha estudiado este fenómeno postcivilizatorio, en el que se entrecruza la mercantilización de los cuerpos humanos, horizontes de vida no humanistas y ambientes de violencia cotidiana. Ha llamado a los individuos así formados “sujetos endiagros” o “sujetos monstruosos”. Véase su penetrante y debatible obra Capitalismo gore (Paidós, México, 2019).

[4] Véase, Sloterdijk, Peter, Normas para el parque humano, Madrid, Siruela, 2006, pp. 32-34 y nota 4.

[5] Ibid, p. 72 y nota 18.