Una realidad civilizatoria actual es que, en el mediano plazo, los combustibles fósiles irán decreciendo en cuanto a
uso y sustentabilidad. El “Plan de Aire Limpio” del gobierno inglés, anunciado
a principios del 2018, por medio del cual quedarán prohibidos todos los
vehículos a diésel y gasolina en suelo británico para el año 2040, es quizá el
mayor indicador mundial de esta tendencia.
En consecuencia, existe una necesidad
global de acelerar las investigaciones en torno a los combustibles
alternativos, puesto que, si bien se puede llegar a no depender del petróleo y
sus derivados, lo que no puede parar es la productividad de las naciones para
la generación global del valor. Una de las metas de esto, es que los nuevos
combustibles rectifiquen el factor contaminante que, como se sabe, es el mayor
defecto que durante más de un siglo han tenido los combustibles fósiles.
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El dato:
Cómo son las microalgas: son seres de tamaño microscópico, de diferentes formas,
como esferas o espirales; también hay filamentos, como palillos. En conjunto,
son lo que conforma ese color verdoso que se llega a ver en algunas fuentes con
agua estancada, por ejemplo.
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En México, existe un interesante cuerpo de
investigación y desarrollo sobre el particular que trabaja con microalgas. En
el artículo, “Producción de biodiésel a partir de microalgas y una
cianobacteria cultivadas en diferentes calidades de agua”*, se señala uno de
los objetivos centrales de este desarrollo: “Una alternativa es usar microalgas
como materia prima, ya que pueden aplicarse en zonas no aptas para los cultivos
tradicionales y alcanzan tasas de crecimiento altas. Sin embargo, muchas
tecnologías de cultivo de microalgas involucran el uso de agua no contaminada,
fertilizantes e inyección de CO2 para su crecimiento, lo cual eleva el costo de
la producción de biomasa algal y reduce su atractivo como tecnología. Para
minimizar estos inconvenientes, una alternativa de cultivo es usar aguas
residuales municipales, de la agricultura y la ganadería, donde las microalgas
pueden desarrollarse aprovechando los nutrientes en este tipo de descargas.
Esta integración permite: 1) tratar las aguas residuales; 2) obtener un
efluente de alta calidad; 3) generar biomasa algal útil para producir biodiésel
o biogás”.
Parte del proceso de cultivo de microalgas en la Universidad Autónoma Metropolitana. |
Para ahondar en este apasionante tema, El Universal conversó con algunos
académicos involucrados en el proyecto. Así, uno de los autores del texto
citado, el doctor en Ciencias Biológicas Federico Alejandro Alva Martínez,
investigador del Departamento de Hidrobiología de la UAM Iztapalapa, comentó
que la UAM lleva ya 15 años en la investigación y desarrollo de las microalgas.
Destacó también cuáles serían los lineamientos generales para la producción
masiva de esta fuente de energía natural:
“Las microalgas sí son generadoras de
energía, pero hay que establecer bien las cantidades y las áreas que se
requieren para desarrollar esto. Entre más grande sea el área a desarrollar, el
costo será más barato y, por lo tanto, será rentable. Hay, entonces, dos tipos
de proyecto: intensivos o extensivos. El primero es en el que se utilizan tubos
para que se desarrollen las microalgas. El segundo, es cuando se tiene un
estanque y se deja que las microalgas crezcan a la intemperie; en principio,
bajo cualquiera de las dos modalidades, México tiene un enorme potencial para
desarrollar este tipo de proyectos. Pero no hay todavía quien los realice a
gran escala. Aunque hay honrosas excepciones, como en el estado de Tabasco,
donde con apoyo gubernamental [en la pasada administración] establecieron
invernaderos y una planta de desarrollo de microalgas”.
Por su parte, la maestra en biología Mónica
Cristina Rodríguez Palacio, investigadora del Departamento de Hidrobiología de
la UAM Iztapalapa, detalló parte del proceso que propicia los usos productivos
de estos seres microscópicos:
“En la universidad, tenemos una colección
de cultivos de microalgas que se han aislado de diferentes regiones de la
República Mexicana. Poseemos más de 400 cepas y, con algunas de ellas, se están
haciendo estudios en búsqueda de usos y aplicaciones para beneficio del ser
humano y del medio ambiente”. Destacó que uno de los rubros importantes que se
han desarrollado es el alimenticio: “Trabajamos en sistemas artificiales de
cultivo en los que se produce una gran cantidad de biomasa que se puede
utilizar para diferentes fines. Por ejemplo, estamos cultivando el alga
espirulina, que de manera natural crecía en el lago de Texcoco, y era secada y
comida como complemento alimenticio por los aztecas, ya que hoy sabemos, tiene
una alta cantidad de proteína. En la actualidad, hemos establecido sistemas de
cultivo del alga en comunidades rurales de Puebla y de Oaxaca, donde se enseña
también a cosechar y consumir las algas con la finalidad de mejorar la ingesta
de proteínas en estas comunidades que están con grados importantes de
marginación y desnutrición”.
También hay un uso relevante en la limpieza
de factores determinantes de la ecología: el aire y el agua: “En la vertiente de
problemas ambientales, tenemos un centro bioreactor en la universidad, que
capta CO2, que es uno de los gases del efecto de invernadero. También pueden
crecer algas en aguas residuales, limpiando este tipo de agua de toda la carga
orgánica; entonces, tienen un beneficio ambiental, porque además de esta
depuración del agua residual, capturan gases de efecto invernadero. La biomasa
que se genera, es decir, de las algas en su ambiente, acumula una gran cantidad
de nutrientes en sus células, los cuales se pueden ocupar después como
fertilizantes”.
Y, uno de los aspectos más interesantes e
incluso apremiantes, es la generación de combustible biológico para el uso
cotidiano: “En el desarrollo de biocombustibles, se seleccionan algas que, de
manera natural, acumulan gran cantidad de lípidos; básicamente, las algas
clorofitas son las que estamos trabajando en afluentes contaminados, como son
aguas residuales municipales, industriales o producto de algún desecho
agrícola, de manera que se amortigua el uso de alimento para el alga y todo su
proceso de crecimiento genera una gran cantidad de biomasa que ocupamos para la
extracción de los aceites: las algas acumulan en su cuerpo los lípidos, y se
corrobora que sean triglicéridos para realizar su transformación en biocombustibles.
En México ya hay proyectos muy grandes para su utilización; por ejemplo, en
ASAA, Aerolíneas y Servicios Auxiliares de Aviación, se está requiriendo un 20%
de biodiesel, que debe ir en los aviones mexicanos. En México se cuenta también
con una biorefinería en el estado de Hidalgo. También hay en el sector
empresarial quienes se están dedicando a los desarrollos productivos con base
en las microalgas: Biomex y un departamento de cultivo e investigación de
microalgas en Óleo Palma, ambas de Guadalajara”.
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El dato:
un ciclo ecológico virtuoso. El doctor Alva Martínez, destacó uno de los
procesos cíclicos de las microalgas: “Una de las estrategias actuales para el
uso de microalgas en beneficio humano, es su utilización para el control de las
aguas contaminadas. Entonces, tenemos plantas de tratamiento con base en ellas,
que genera biomasa utilizable como fertilizantes; o, en el caso de las
poseedoras de lípidos, combustibles”.
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*Artículo disponible en línea en:
Este reportaje fue originalmente publicado en el suplemento Medio ambiente de El Universal.
El PDF del texto impreso se puede ver en:
https://drive.google.com/file/d/1Nw-pvyEop9kww0iZsjnjziblSl63tZqC/view?usp=sharing
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