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Revista Replicante

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lunes, 24 de marzo de 2014

El arte de Myles Starr




Una de las más apreciadas herencias de las vanguardias artísticas del siglo XX (que hoy ya percibimos como verdadera prehistoria artística) fue la de haber abierto el espacio del arte a la inventiva estilística y a la reflexión social. En la actualidad, las artes visuales se ha diseminado en múltiples elaboraciones materiales y han observado la interacción humana desde variados puntos de vista, muchos de ellos de cariz crítico. La multiplicidad de hechuras, componentes y modos de comprender el mundo es lo que constituye el núcleo de la riqueza creativa del presente.
La obra plástica multimedial del joven artista neoyorquino, Myles Starr, se inscribe justamente en dicha dinámica del arte contemporáneo. Elaborando sobre diferentes soportes materiales, como el cartón y el estambre, el cemento y el plomo, o impresiones digitales de páginas web semánticamente intervenidas, plantea punzantes observaciones sobre el presente de nuestra civilización. Así, por ejemplo, su serie de signos gráficos sobre concreto revela un juego visual-semántico con temáticas como el fin del mundo y la alta improbabilidad moderna de los milagros. Al ver las obras a distancia media, encontramos un armonioso ejercicio minimalista de evocaciones escultóricas; pero al observarlas de cerca, percibimos la fina disolvencia de los términos allí planteados: sea una gradación probabilística (al estilo de la ciencia económica, en la cual, por cierto, Starr está formado profesionalmente), sea un encadenamiento de lúgubres recordatorios de la posibilidad real del fin de nuestro mundo: hambrunas, catástrofes naturales, pandemias.




Asimismo, en lo que hasta hace poco se conocía como "medios alternativos" del arte, pero que cada vez más se entienden como medios posibles del arte sin más, Starr ha elaborado una serie de intervenciones teniendo como marco general el portal de búsqueda en la Web de Google. Esta es quizá su serie más turbadora por una razón contundente: revela un lado boyante aunque universalmente disimulado de la realidad presente. En conversación con él, planteó que el abigarrado mundo de Internet, y en particular del porno en la red, es el espacio donde se puede dar rienda suelta a la otra cara de nuestros presupuestos civilizatorios: "Por ejemplo -afirmó el artista-, en Estados Unidos una de las modalidades más consumidas del porno es la representación dramática y sexual de hombres blancos que tienen como esclavos a hombres negros... Y viceversa. Ello habla de cómo muchas contenciones sociales se difuminan en ese espacio de la Web". De esta manera, sus intervenciones en la página de Google (que han sido exhibidas como impresiones enmarcadas), presentan vistazos perturbadores a esa realidad mental y social que se devela detrás del portal (casi literalmente un portón) de la red cibernética mundial. Tal es el caso de la obra que dice así en la sección de búsqueda del emporio virtual que es Google: "Tipo con oficina masiva en la Torre Mayor en un hotelucho de 15 pesos en Viaducto saciando su fetiche por chicas morenas con las que teme casarse". Las búsquedas, llamémoslas semi-ficticias, planteadas por el artista presentan un mundo posible que está ya, realmente, entre nosotros. En el inicio del ocaso de nuestra civilización, nuestras prótesis virtuales nos salvan de nosotros mismos, pero condenan al Otro (a la minoría racial, al pobre, al indefenso), hoy más que nunca, a ser exclusivamente un medio y nunca un fin de nuestros fetiches y sinrazones.



*Esta nota apareció originalmente en Milenio.com el día 23 de marzo del 2014:

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