En un ensayo fundamental de la teoría
política contemporánea, “Sobre políticos, honestidad y la alta amoralidad de la
política” (en México publicado por la revista Nexos en marzo de 1996), Niklas Luhmann afirmó que los asuntos
personales de los políticos, como los líos de faldas, las disputas familiares o
sus gustos, preferencias e inclinaciones cotidianas, no deberían tener rol
alguno ni en su desempeño público ni en la manera de evaluar el mismo. Acotó en
aquella ocasión Luhmann:
En circunstancias en las que los medios masivos sirven como los guardianes de la moralidad, lo relativo al control moral de los sistemas funcionales toma la forma de escándalos… Esto no establece por adelantado qué conducta llevará a un escándalo. Que los asuntos amorosos perseguidos en cuartos de hotel deban ser parte de esto, probablemente sea sólo una peculiaridad de la cultura estadunidense.
La aseveración del eminente sociólogo
alemán tenía como trasfondo impulsar la comprensión de la política como un
sistema funcional plenamente diferenciado, con el énfasis puesto en los
aspectos pragmáticos de su ejercicio en tanto que red de decisiones
institucionales y no como el espacio voluntarioso de individuos pretendidamente
carismáticos. La teoría de los sistemas funcionales de Luhmann siempre tuvo
como punto de referencia los desarrollos societales de las naciones del Primer
Mundo y él mismo lo reconoció en diversos lugares de su obra: en el Tercer
Mundo dicha diferenciación funcional es todavía un proceso en marcha, es decir,
inmaduro e inacabado.
En consecuencia, en nuestras naciones la
vida privada de los políticos incide en su vida pública y, más todavía, refleja
los lugares de sombra, los goznes débiles de su personalidad que, en
definitiva, pueden afectar su desempeño público. En México y en muchos otros
países en desarrollo, la personalidad de los políticos profesionales queda al
descubierto al observar su comportamiento en la intimidad. Aún más: muchos de
ellos explícitamente utilizan el poder para fines personales; del
consuetudinario enriquecimiento ilícito a las disputas por la repartición de
bienes conyugales o la custodia de los hijos, a lo largo y ancho de la
república los políticos se sirven de las instituciones del Estado para
solventar fines personales.
Alberto Tavira |
Por ello no es baladí el testimonial de
primera mano que el periodista de política y espectáculos Alberto Tavira
presenta sobre Enrique Peña Nieto, el actual candidato presidencial del Partido
Revolucionario Institucional (que estuviera en el poder durante setenta años
manteniendo un régimen autoritario y semi democrático en el país). Escrito con
un estilo sencillo y directo, lleno de anécdotas cotidianas, amorosas y
familiares, con una direccionalidad narrativa propia de las revistas de
sociales y apta para el gran público, puede dar la apariencia de ser justamente
un texto que no sale de dicho cartabón. Pero sería un gran error catalogarlo
sólo en este sentido, puesto que el periodista se esmeró con éxito en
inocularlo con un ácido componente denunciatorio que opera como testarudo
subtexto entretejido en la historia biográficamente acotada que narra. De este
componente periodísticamente corrosivo, son particularmente inquietantes los
siguientes datos:
1. Era diciembre de 2005. Yessica hacía realidad uno de los más grandes sueños de casi toda mujer: convertirse en madre. Sin embargo, debido a que su pequeño era fruto de la relación con un hombre casado, que tenía tres hijos y, por si fuera poco, estaba sentado en la silla de gobernador del Estado de México, ella había asumido que se convertiría también en padre para el bebé (p., 24).2. —Soy un hijo de la fregada —le dijo Peña a [Rebecca] Solano durante una comida que tuvieron el 21 de junio de 2007 los dos solos en un privado del restaurante Sir Winston Churchill’s, en Polanco. Habían llegado a las 3 de la tarde y salieron a las 2 de la mañana—… (p., 95).3. Enrique Peña Nieto tenía programada del 3 al 14 de noviembre de 2007 una gira de trabajo por varias ciudades de Japón, Corea del Sur y China con el fin de atraer inversión económica para el Estado de México. No quería ir sin su novia, así que invitó a Rebecca para que lo acompañara […] Enrique y Rebecca conocieron juntos la Muralla China y el Palacio Imperial. Fueron sin escoltas, sin asistentes, sin presiones de agenda. Caminaban tomados de la mano, en libertad (pp., 101-106).4. El parentesco entre Montiel y Peña Nieto viene por el lado del abuelo materno de Enrique… Pero más allá de los lazos de sangre, estos dos hombres están unidos por algo que en política se vuelve alianza casi indisoluble: un pacto de lealtad, un sistema de trato que incluye agradecimientos, admiración, oportunidades, incentivos, favores, discreción. Entre ahijado y padrino impera una tradición de respeto y cuidado mutuos; es un tema de pertenencia a una misma estirpe, de posiciones históricas, de entendimiento de jerarquías en el poder (p., 57).
Estas anécdotas, recogidas de viva voz de
quienes las vivieron junto o en torno a Peña Nieto, revelan a un hombre desleal
(engañó varias veces a su primera esposa teniendo incluso hijos fuera del
matrimonio), irresponsable (el hijo bebé de él y Yessica, Luis Enrique, murió
al cabo de cáncer con muy poco apoyo moral por parte de su padre) y machista
(la mencionada relación con Solano terminó al cabo porque “era rebasado” por la
cantidad de mujeres que “se le ofrecían”, entre ellas Angélica Rivera[1]),
pero por sobre todo evidencian a un funcionario público que se sirve del Estado
para fines frívolos: aprovechar un viaje oficial para disfrutar con una amante
es algo que solamente una sociedad con un analfabetismo político tan
pronunciado como la nuestra puede pasar por alto. Las fotografías del
mencionado viaje ofrecidas por Tavira en el libro son espeluznantes: observamos
en ellas a una pareja en luna de miel y no a un servidor de la nación en viaje
de negocios. En el mismo sentido va la anécdota de la cita romántica en el restaurante
Sir Winston Churchill’s: a cualquier gerente (ya no digamos directivo) de una
empresa importante le produciría escalofríos ausentarse medio día laboral para
irse a ligar toda la tarde (el referido día 21 de junio del 2007 fue jueves).
Pero tal parece que Peña Nieto no pensaba que una gubernatura como la del Estado de México era una empresa importante.
¿Qué decir al cabo de su estrecha relación
con el oscuro ex gobernador Arturo Montiel? Acusado de enriquecimiento ilícito
desde el fin de su mandato en el 2005 (señalamiento que lo obligó a dejar la
precandidatura presidencial del PRI con miras al 2006), con la certeza de
numerosas y costosas propiedades a nombre de sus hijos, operador determinante
en el ascenso al poder gubernamental de Enrique Peña Nieto, su más reciente
fechoría explica claramente la truculenta ruta de afinidades con el hoy
candidato a la Presidencia de la República por el Partido Revolucionario
Institucional: la utilización del Poder Judicial del Estado de México para la
comisión del delito de secuestro (de sus propios hijos) en agravio de su
exesposa, la ciudadana francesa Maude Versini.[2] Ambos
personajes entretejidos por una forma de hacer política para el usufructo
personal y de camarilla; para la preservación de un sistema de corruptelas,
desvirtuación de la ley y de actuar unilateral en beneficio de unos cuantos,
que no se corresponde en lo absoluto con las altas demandas de funcionalidad
política que el mundo globalizado contemporáneo requiere. Emisarios al fin de
un pasado que en nuestro medio se niega a morir por más que en el resto del
mundo haya sido superado tiempo atrás.
El PRI, un monolito del pasado |
El libro de Tavira pone de manifiesto
asimismo el arribo vertiginoso, en la figura de Enrique Peña Nieto, de la
chabacanería nacional sin cortapisas; kitsch clasemediero al que él mismo pertenece
(su programa infantil favorito era el Chavo,
recibió una educación católica recalcitrante, tuvo todos los automóviles de
moda en los ochenta, es afecto al pop nacional, etcétera), por más que, a
juzgar por sus propiedades y estilo de vida, también comentados en el texto,
posea una considerable fortuna personal.
La foto de la boda con la actriz de
Televisa, Angélica Rivera (p., 130), es elocuente al respecto: una pareja
reciclando el cliché del largo de blanco y el frac, con la mole imponente del
recinto católico catedralicio como trasfondo, revestidos por la impecabilidad
de quien se asume como “gente bien”, en concordancia con los mandatos del
tradicionalismo mexicano, aburguesado, hipócrita, superficial. La puesta en
escena de la boda en segundas nupcias de Enrique Peña Nieto se halla en
perfecta concordancia con la última estratagema del Partido Revolucionario
Institucional para intentar el regreso al Poder Federal. Porque el PRI, con su
enorme aparato heredado del pasado no ha actualizado ninguno de sus
presupuestos de fondo, ha mantenido una dinámica de alineación de sus cuadros
fundamentales, de hegemonía práctica, conceptual y de imagen, así como un
desempeño político basado en “el incumplimiento selectivo de la ley”, como dice
Roger Bartra, pero ha encontrado un pivote para ajustarse a los tiempos
actuales de la política de marketing: se ha convertido en el recolector de la
cursilería nacional, en el generador de la fuerza centrípeta del kitsch
mexicano.
Allí convergen las necesidades reales de
progreso económico y confort social de una sociedad en desarrollo con un
variopinto conjunto de vicios conductuales e ideológicos históricos: el
catolicismo light, el amor romántico estereotipado, la idea de la familia
tradicional hipostasiada, la visión esencialista de los roles de género con su
concomitante aceptación del machismo, la creencia ideologizada de que “como
México no hay dos”, es decir, que toda anomalía comportamental social es
validada por nuestra pretendida condición excéntrica en el mundo, esto con el
anejo dispensamiento de la corrupción, los abusos de poder y la perpetuación de
una ciudadanía enana y apática.
Así, con la imagen pública, pero sobre todo
privada de su candidato presidencial para este 2012, el Revolucionario
Institucional ha realizado la juntura explosiva entre la política autoritaria a
la antigua y las más recalcitrantes aspiraciones de buena parte de la sociedad
mexicana, tanto las legitimas como las pueriles; lo que muchos críticos han
observado es cierto: la actual imagen de dicho partido ha pasado de la
demagogia al teledrama. De esta manera, Peña Nieto y su entorno social y
familiar se convierten en un talismán para los sueños aspiracionales de miles
de mexicanos. Cosa que movería más a la compasión que a la indignación, de no
ser por el tétrico trasfondo de ello: en verdad las clases medias nacionales
saben que al cabo de varias generaciones no habrá movilidad para ellas en el
escalafón social, que existe una condena de clase y carencias para todas ellas,
puesto que ni el sistema económico ni el sistema educativo, tradicionalmente
vistos como los medios de la movilidad social, pueden siquiera ofrecer un mínimo
de esperanza en este sentido. En consecuencia, esas masas sensibles al manejo
de imágenes hueras, ven en Peña Nieto y sus desplantes cursis magnificados
mediáticamente un reflejo de sus anhelos, la consagración de lo que quisieran
ser si la vida fuera otra.
El libro de Alberto Tavira es un documento
valioso y valiente sobre la personalidad de quien aspira a ser Presidente de
México. Lo publica a sabiendas del poder que pueden poseer personajes oscuros
como los herederos del famoso Grupo Atlacomulco del Revolucionario
Institucional. Hasta la fecha, nadie lo ha desmentido y sí, en cambio, han
salido a la luz pública personas, especialmente mujeres agraviadas, que han
denunciado a Peña Nieto en el mismo sentido que las entrevistadas por el
periodista. Y hay un dato curioso que él resalta y que vale la pena mencionar
para finalizar: el candidato presidencial del PRI no nació en Atlacomulco sino
en la Ciudad de México:
Cuenta la leyenda que, en los años cuarenta, una vidente de nombre Francisca Castro Montiel hizo la siguiente revelación a los notables de Atlacomulco: “Seis gobernadores saldrán de este pueblo. Y de este grupo compacto, uno llegará a la presidencia de la República”. Francisco Cruz y Jorge Toribio Montiel, en su libro Negocios de familia, explican que Peña es el sexto gobernador que proviene del Grupo Atlacomulco y por tanto en él descansan las esperanzas de varios de los miembros del clan. Pero hay un ligero detalle en la predicción, del que pocos se han percatado: “Sólo uno de ellos ha de alcanzar el anhelado sueño presidencial y ése ha de ser nacido en Atlacomulco…”, continúa Francisca, y da la casualidad que Peña Nieto nació en el Distrito Federal. Bueno, eso me lo dijo su propia madre (pp., 38-39).
Una ciudadanía sólida, informada, activa y
con plena asunción de sus poderes políticos no dejaría al azar esotérico que
personajes con serias debilidades personales, dudosos en su formación
profesional y ligados a muchos de los elementos más perniciosos para la
correcta funcionalidad del sistema político, llegaran o no al poder. Ejercería su
fuerza de voto a favor del beneficio colectivo y en contra del beneficio de
camarillas y de individuos astutos y aviesos. Por desgracia, como Luhmann supo
ver en su momento, eso sigue siendo un privilegio de otros países, en otras
circunstancias y en otros mundos.
*Alberto
Tavira, Las mujeres de Peña Nieto,
México, Océano, 2012, 148 pp.
Esta reseña ha sido originalmente publicada en Replicante: http://revistareplicante.com/de-la-demagogia-al-teledrama/
[1] En los momentos finales de su romance,
Solano y Peña Nieto sostuvieron la siguiente conversación (el primero que habla
es Peña Nieto):
—Pues los niños se fueron con su tía Claudia (Petrelini),
entonces invité a Angélica a comer el domingo.
—¿Qué Angélica?
—Pues Angélica Rivera.
—¿Cómo por qué, Enrique?
—Pues porque está haciendo la campaña y la invité a que
conociera Ixtapan.
—Tú te estás dando cuenta de que estás haciendo cosas que no
debes, ¿verdad?
—Pues tú para qué te vas.
—¿Qué hiciste?
—Nada. No me preguntes nada. No quieres saber nada.
—¡Dime! ¿Sí o no?
—No me preguntes.
—No te soporto. Me das asco… (pp., 110-111).
[2] Al respecto, véase la investigación del
semanario Proceso en los artículos de
Anne Marie Merguier, “Maude Versini: ‘Voy a dar la batalla…’” en el número 1839
(29 de enero del 2012) y “Las múltiples trampas de Montiel” en el número 1841
(12 de febrero del 2012), al igual que el texto “Un regalo para Calderón” de
Homero Campa en el referido número 1839.
4 comentarios:
renuncio a mi nacionalidad si ese estúpido ignorante llega a ser presidente!!
Ja, ja, ja. ¡Venga!
Es un poco extraño para mí eso de considerar que un hombre puede ser un sinverguenza en su vida privada y un virtuoso en su vida pública.
Pero mucha gente parece creer que esa separación es, no sólo posible, sino también casi segura.
Es casi como aceptar un sicópata de personalidades múltiples para un cargo público!!!!
Lo has resumido perfectamente, mi estiamdo Pelado, y sí en esas andamos acá en México: con una ciudadanía desmemoriada, complaciente, apática, que tiene a este individuo a la cabeza de las preferencias electorales, a celebrarse en julio próximo.
Publicar un comentario