Escucha pasos en las
escaleras del viejo edificio de apartamentos de la colonia Roma. Colinda con la
colonia Doctores y es uno de los más baratos porque sus dueños decidieron dejar
de atenderlo hace muchos años. No recibió daños excesivamente graves con el
terremoto del ’85, pero se fue arrumbando cada vez más hasta volverse una caja
de muladares de buen tamaño, habitados por prostitutas, desempleados metidos en
el comercio informal y personas desclasadas por el abuso de sustancias tóxicas.
Todos ellos en ocasiones pagan la renta y en ocasiones no. Los propietarios
están acostumbrados y, salvo casos excepcionales de negligencia extrema, hacen
el tonto hasta que sus moradores vuelven a tener cierta regularidad con los
pagos. Es la justificación ideal para mantener el estado deplorable en el que
se halla; aunque, por supuesto, siempre será mejor que las calles.
Se incorpora con
torpeza para ver por la ventana que da al hueco de las escaleras y al patio
central que se supone es un estacionamiento, pero en el que sólo se ve un Dart
K y un Caprice Classic herrumbrosos, con las llantas pinchadas y un montón de
ratas corriendo por debajo de ellos, entre el cerrito de basura acumulada entre
la parte baja de los chasises y las esquinas del cuadrilátero central de la construcción.
Jala discretamente la polvosa cortina de girasoles con telarañas entre los
ganchillos y el cortinero, abriendo apenas lo necesario para ver el exterior de
su departamento. No es nadie. Mejor dicho, es alguien que va a otro
departamento. Todavía no llega Rodrigo. Regresa al sillón rodeando la mesa de
lámina. Sus piernas titubean y, al hacerlo, golpea con el antebrazo la
reproductora que está encima. El compacto salta y distorsiona el sonido.
Aprovecha que se ha puesto de pie para cambiar la grabación. Busca entre las
revistas para mujeres, los platos sucios y los pañuelos desechables tiesos de
moco y sangre de la mesilla hasta que da con un cedé. Quita a White Zombie y
pone el Purple de los Stone Temple
Pilots. Scott
Weiland lanza al aire, con su inconfundible rango vocal, “She turned away, what
was she looking at?/ She was a sour girl the day that she met me/ Hey, what are
you looking at?/ She was a happy girl the day that she left me”...
Cuento mío disponible íntegro en:
http://revistareplicante.com/apres/
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