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Revista Replicante

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domingo, 20 de mayo de 2012

The Death of Carlos Fuentes

In front of Mexico City’s Fine Arts Palace, two black and giant Botero’s fat ladies sculptures flanks the funerary Cadillac limo that would leave his body to the final ashes in a couple of hours —now it’s around four pm—. Mexico City’s may sun is high and burning. The long line of mourners waiting to enter the Palace in order to make a citizen honor guard around the coffin is sweating. Street vendors offer umbrellas, pencil portraits and pirate copies of his book, Aura —the one that everybody read in junior high—. Mostly, people are quiet. Suddenly, a soft wind refreshes the atmosphere, bowling rapidly against Torre Latino Americana, Mexico’s first mid-century skyscraper, counter corner of the Palace. Finally, all who wait would accomplish the rite to pose with grief around his last bed, thinking in a country without its history’s major writer. Trying to figure out why this kind of minds occur once in a while, why the life is so miserly with brilliance.

Carlos Fuentes last ride: in front of Mexico City's Fine Arts Palace

Half an hour before, just taking the subway south of the city to downtown where the public funeral would hold, a fuentesian urban scene: a crippled woman walking with a walking stick,  a regular subway beggar, holding the hand of her little blind daughter, falls from the station mechanical stairs. The little girl cries hopelessly and some citizens help the lady that lies like a wounded she-bear and works hard to reincorporate the still, but apparently she hasn’t major injuries. But the compassion, the feel of a deep pain, comes from the little girl’s cry. She is the pure image of Mexican poverty and alienation. One of the millions of people without hope; inhabitants of the underworld of misery, the ring of abjection that surrounds a monstrous city like this, something that Carlos Fuentes knew for sure and described with literary striking force in several of his novels. Works like his opera prima, Where the air is clear (1958), The Death of Artemio Cruz (1962), The Hydra Head (1978), Christopher Unborn (1987), Constancia (1990), The Crystal frontier (1995) and Destiny and desire (2008), all of them with the textual symbolic and descriptive accuracy of Mexican slums, their lost people and their loss of expectations, a life full of despair.
That is the overwhelming heaviness of the world over an increasing number of people worldwide but especially in the Third World. Something that Fuentes pointed out along his public carrier, consequently with his consistent “modern leftism”, as has called his political point of view through the years UCLA’s Professor Maarten van Delden (you can see his clarifications about it in the next interview in English: http://youtu.be/9NsrbEF2kcM). In the last evolution of Carlos Fuentes progressive thought (that could be placed in the nineties), he affirmed an inclusive view of society, because globalization should be seen as an opportunity to integrate in a planetary scale the old enlightenment values of freedom, happiness and egalitarianism. This quest must be assumed for all the social system shareholders like plutocrats and the State and no just civil society alone. Universal education, democracy, governmental efficiency, pervasive academic and civil critic was some of the principles that Fuentes kept as the keys to make the world a better place to live in given the actual circumstances. His essayistic and journalistic work is full of that, altogether with his famous and brilliant trajectory as a scholar and public lecturer. He always was an old school social liberal.

The author in his eighties

Now his voice is sounding no more. Despite his written words would live for a long time, we will miss his powerful critic description of things in real time. He was the perfect incarnation of Latin (including France and Spain) intellectual, the one worried for public and politic matters and the possibility to express his point of view to wide audiences. Practically until his very last day he was an active participant in the political arena expressing, for example, his distaste for the pretended return to power of the old authoritarian Mexican party, PRI (by its Spanish acronym), and its ignorant and corrupt candidate, Enrique Peña Nieto (you can see Fuentes’ opinions on the matter in the next interview in Spanish: http://youtu.be/ppuA1hYJgVQ).
But that’s the law of life. We were born to die. Destiny reserved for him the fortune to have a long life and a short agony —and deep grief, for sure, like the death of two of his sons in a young age of them—. We will continue reading his marvelous work and we are going to miss for a long time his opinions, the way he opened the world with his privileged intelligence. So long Master, we will try to be up to the level of your invaluable inheritance.


domingo, 6 de mayo de 2012

Un partido reliquia

El único partido político mexicano que no tiene debate ideológico interno, divergencias públicas de opinión en su interior, proclamaciones mediáticas de sus corrientes y, mucho menos, procesos legales de sus propios miembros contra inequidades decisorias del propio partido es el Revolucionario Institucional. Algo que no indica otra cosa que su cariz eminentemente vertical, autoritario y monolítico. Por más que los priistas adornen sus actos públicos centrales con artilugios tecnológicos de moda, como la pared de leds y el teleprompter durante la toma de protesta como candidato a la Presidencia de la República de Enrique Peña Nieto, el pasado 12 de marzo en la ciudad de Dolores, Hidalgo, la estética utilizada mantiene la perennidad de lo que el Partido Revolucionario Institucional fue durante siete décadas: un partido piramidal que dirigió al país con base en un orden de prebendas, corruptelas y favores políticos de corte corporativista. La disposición visual del evento, con base en el prototipo de la pirámide, no es un dato menor, puesto que remite a una concepción arcaica de la sociedad, superada de facto por la evolución social de los últimos cincuenta años; pretender que la sociedad contemporánea puede seguir siendo jerarquizada con fundamento en una cúpula rectora privilegiada sobre una inmensa base obediente por medio de políticas de seducción popular con base en la administración de las prebendas, la excepcionalidad normativa y el mantenimiento de un patriotismo chocarrero, es afirmar una configuración social estructuralmente insostenible cuya añoranza y preservación forzada y ficticia solamente es afirmada por otros partidos anómalos en el mundo entero, la mayoría de ellos unipolares, autoritarios y de raigambre comunista.
De las diversas aproximaciones para determinar la unidad de lo social y afirmar su evolución a través del tiempo, la teoría de sistemas de Niklas Luhmann ofrece la mejor de ellas: «evolución significa, antes que nada, que crece el número de presupuestos sobre los que se apoya cierto orden» (Teoría de la sociedad, p., 196). Con esto en mente, la persistencia del PRI remite a conformaciones políticas, voluntariosas y decisorias caducas, rebasadas y cuestionadas de raíz. Órdenes insuficientes para las estructuras de la presente sociedad global, marcada por requerimientos, preocupaciones, tendencias y desafíos sin precedentes: los intersticios de un mundo policonectado, híper comunicado, moralmente desregulado y en constante mutación ética, signado por la tendencia creciente hacia la plasticidad de las características tradicionales de nuestra especie y sus diversos epifenómenos sociales como el cuerpo, la familia, la educación, la jurisprudencia, el gobierno,  la cultura y la diversión. Un lugar de certezas provisionales, de dinámicas caóticas constantes (sociales y naturales) y de una creciente presión entrópica sobre todos los órdenes que han puesto a girar al sistema-mundo capitalista durante los últimos cinco siglos: el intercambio económico mundial, las estructuras del Estado-nación, la configuración de la sociedad civil, la gestión de la violencia social, etcétera.

El PRI: un partido anclado en un tiempo que ya no existe ha removido el deseo de una restauración kitsch de lo arcaico en la masa funcionalmente analfabeta.

A contracorriente de todo esto, ciertas formaciones socio-políticas, como es el caso del Partido Revolucionario Institucional de México, han subsistido anómalamente en un ambiente global que les es ya ajeno. Cosa que ha ocurrido de manera preponderante porque se ha convertido en el centro de absorción de la chabacanería nacional con la aglutinación de las fuerzas de un conservadurismo ramplón, inculto, aspiracional y teledirigido. En ello, ha habido de por medio una inclinación parcialmente adaptativa en el modo de ser del PRI: se ha insertado plenamente en la configuración actual de las grandes masas de ciudadanos. Esto no es nada nuevo en el desempeño de dicho partido: surgió en un tiempo en el que “la masa como sujeto” (Sloterdijk siguiendo a Caneti) era el centro del quehacer político. Por supuesto, aquella fue una época en la que el desfile, la arenga pública, la liberación de energías nacionalistas en torno a una figura de liderazgo y la conformación de potencias sociales por medio de la demagogia y la ideología amañada eran las características centrales de la administración de los grandes conjuntos poblacionales al interior de una nación. Ahora, aparte de esto, «… se es masa sin ver a los otros. El resultado de todo ello es que las sociedades actuales o, si se prefiere, postmodernas han dejado de orientarse a sí mismas de manera inmediata por experiencias corporales: sólo se perciben a sí mismas a través de símbolos mediáticos de masas, discursos, modas, programas y personalidades famosas» (El desprecio de las masas, p., 17). En esta circunstancia hay algo de inevitable, puesto que tal es la configuración del presente sistema social, pero también hay algo muy pernicioso por superficial, engañoso y endeble y es aquí donde hace su aparición la absorción del kitsch masificado.
En consecuencia, la estrategia priista para sobrevivir como reliquia inesperada, portando la carga jerarquizada, piramidal y de actuación en bloque de un mundo que ya no es, ha consistido en el apertrechamiento en la repetición de lo mismo en materia política con el injerto añadido de la masificación del gusto kitsch. No en vano, Enrique Peña Nieto cumple con los estándares del joven machista mexicano: bien parecido, con una imagen tradicionalista (el pelo engominado, las corbatas a rayas, las camisas impecables), infiel, mujeriego, conquistador, exitoso, emprendedor y con una esposa trofeo en segundas nupcias, quien, además, emergió exitosa de la mayor fábrica de estereotipos de lo femenino a nivel de la cultura popular mexicana: las producciones de teledramas de la compañía Televisa.
Pero la atracción pública vía la consagración kitsch de las excitaciones populares solamente puede ser productiva a costa de la involución ciudadana: carentes de una formación política sólida, plagados de analfabetismo funcional, el grueso de los electores mexicanos no asumen sus responsabilidades ciudadanas con conocimiento de causa, sino sobre estimulados por bombardeos de imágenes, aspiraciones sociales hueras y bajo la estela incuestionada de un supuesto modo de ser inamovible. Por eso, allí donde las congregaciones mediatizadas de postciudadnos convergen con frenesí, pierde terreno la política como el ejercicio de un deber propio y colectivo, como la toma de decisiones razonadas con miras al bien público en un ambiente que debería estar marcado por la exigencia de plena funcionalidad a los políticos profesionales. En la aceptación del vacío de la imagen, en la consagración acrítica de lo tradicional y en la usurpación de los argumentos por una suma de fetiches visuales que sólo refuerza la futilidad de lo inequívoco, se evapora toda apelación al ciudadano en plenitud, consciente de sus necesidades, carencias y obligaciones; las multitudes que vitorean al candidato solamente por ser guapo y a su esposa por ser famosa, y a ambos por dar una imagen “bonita”, han perdido “la conciencia de su potencia política” (Sloterdijk), y con ella, la consciencia misma de lo que significa vivir en complejas mega comunidades cuyas piezas esenciales son los ciudadanos mismos y su propia circunstancia socialmente evolutiva. 
Una versión diferente y más extensa de este artículo fue publicada en Replicante bajo el título "Enrique Peña Nieto y la terquedad del celacanto"; puede verse en la siguiente liga:  http://revistareplicante.com/enrique-pena-nieto-y-la-terquedad-del-celacanto/