Uno de los ejemplos sobresalientes de la lógica de la complejidad que, desde hace medio siglo ha proporcionado grandes avances en el conocimiento de los fenómenos multi factoriales, como lo son las interacciones biológicas y, por supuesto, sociales, lo encontramos en la obra pionera del ecologista y cibernetista japonés, Magoroh Maruyama. Antecedente de mucho de lo que después reinterpretarían numerosos teóricos, su obra es importante en sí misma y, para fines comunicacionales presenta una perspectiva indispensable: vivimos en un mundo de fenómenos complejos, muchos de los cuales tienden a la divergencia de las condiciones iniciales que originalmente los generaron.
Este proceso fue detallado por Maruyama en su artículo “The Second Cybernetics: Deviation-Amplifying Mutual Causal Processes”, de 1963, en el que explica cómo una condición inicial (que puede ser un acontecimiento biológico, social o cósmico) se transforma en otro acontecimiento (o en una serie de acontecimientos) inesperado, a lo cual llama “desviación de retroalimentación positiva mutuamente causal”, significando con ello que es una dinámica que acrecienta la complejidad o el “caos”, que potencialmente poseían las condiciones iniciales, en lugar de restringirla. La clave de su definición es: “todo proceso de relaciones mutuamente causales que amplifican un inicio accidental o insignificante, construyendo una desviación y una divergencia a partir de la condición inicial”. Y añade una precisión metodológica. En las relaciones mutuamente causales, “cualquiera que sea el cambio, ya sea que incremente o disminuya un estado inicial, esto se amplifica en sí mismo”. Agrega: “cada elemento tiene influencia en todos los demás elementos directa o indirectamente; y cada elemento regresa a influir en sí mismo a través de los otros elementos”.
Un ejemplo tradicional de la dinámica descrita por Maruyama son las llamadas “relaciones tóxicas”. Una pareja, en apariencia normal, discute una primera vez por algo insignificante y se ofenden verbalmente. Se disculpan y regresan. Después de algunos días de aparente tranquilidad, vuelven a discutir. Pero esta vez, uno de ellos lanza una bofetada (regularmente, aunque no exclusivamente, los hombres son quienes inician la violencia física). Se disculpan y continúan la relación. Hay una nueva discusión, pero esta vez, hay un intercambio más amplio de golpes... etcétera. A partir de un inicio aparentemente sin importancia, el asunto puede terminar incluso con el asesinato de alguno de los implicados. (Por eso dice el autor que, en los casos de amplificaciones causales mutuas en las interacciones personales, en última instancia, solo la intervención terapéutica puede romper el ciclo.)
Un ejemplo más, muy socorrido en nuestros días, es el inicio de una epidemia. De acuerdo con la información disponible (véase, por ejemplo, el artículo científico “The proximal origin of SARS-CoV-2” en la revista Nature, disponible en https://www.nature.com/articles/s41591-020-0820-9), el virus animal que hoy produce en todo el mundo la pandemia de COVID-19, es endógeno en los murciélagos y en los pangolines, animales que son manipulados en ciertas regiones rurales de China, tanto como alimento como por ser productos comerciales (se cree que las escamas de la armadura del pangolín tienen propiedades curativas, por ejemplo). Así, un inicio en apariencia insignificante, como lo es el usufructo de la vida salvaje por parte de comunidades alejadas, por medio de la desviación positiva mutuamente causal, se convierte en una crisis planetaria. Tenemos entonces el siguiente esquema:
(En caso de que no sea legible la imagen del esquema:
*Prácticas campiranas anti higiénicas; convivencia alimentaria y comercial con la vida silvestre.
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*Salto viral interespecies acotado. Micro contagios comunitarios.
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*El SARS-CoV-2 comienza a mutar en los organismos humanos de los micro contagios.
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*Inicia la divergencia positiva (un nuevo modelo de virus) mutuamente causal (humanos y virus).
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*Los portadores del virus mutado para ser más eficiente en el organismo humano llegan a grandes centros poblacionales (Wuhan).
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*Comienzan los contagios masivos y sostenidos en China.
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*Aprovechando la inmensa red de transporte global, el virus se disemina planetariamente.
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Ahora bien, una de las aportaciones de Maruyama es la revisión de la ley tradicional de la causalidad, que durante mucho tiempo trabajó con regularidades; y, por lo tanto, predictibilidades. En sus palabras: “Una pequeña desviación inicial, que se encuentra en el rango de lo altamente probable, se puede desarrollar como una desviación de muy baja probabilidad o, más precisamente, en una desviación que es muy improbable dentro del esquema de la causalidad probabilística unidireccional”. Algo que está ejemplificado en los casos señalados. Las parejas discuten todo el tiempo (algo muy probable), pero muy rara vez terminan matándose entre sí (algo improbable); no obstante, ocurre. O, en el caso del SARS-CoV-2, la falta de higiene en las comunidades rurales (algo muy probable) termina colapsando al sistema-mundo capitalista (como acertadamente llamó Immanuel Wallerstein a nuestra civilización), algo que es (o era) muy poco probable.
En la sección de “Evolution” de su ensayo, el segundo ejemplo de Maruyama es muy claro en las dinámicas de amplificación de la divergencia mutuamente causal: un salto evolutivo en las polillas las hace mejor camufladas y de movimientos más sutiles. Eso provoca que un cierto número de sus depredadores se vuelvan más capaces para detectar la novedad de las polillas: identifican mejor los camuflajes y perciben mejor los movimientos sutiles. Es decir, lo que comenzó como un pequeño núcleo adaptativo de un conjunto de las polillas, con el paso del tiempo da lugar a dos nuevos tipos de especies, tanto de las polillas mejor camufladas como de su depredador con mejores habilidades de búsqueda (que puede ser un pájaro o un reptil, por ejemplo).
Con un tono optimista, hablando de las culturas humanas, el autor afirma: “cuando hay suficiente separación entre culturas, que no es necesariamente geográfica, y que permite la diferenciación y variedad entre ellas, con suficiente intercambio entre éstas para permitir nuevas combinaciones y un enriquecimiento mutuo, la civilización humana parece entonces progresar de manera más eficiente”. Es decir, sostiene un axioma que los antropólogos han afirmado desde hace tiempo. La variedad social permite la correcta evolución de la especie humana. Hecho que incluso se ha establecido desde tiempos inmemoriales con la instauración de la exogamia que, utilizando la descripción que de ella hizo el antropólogo francés Claude Lévi-Strauss, significa la afirmación de que lo mejor es expandir la especia por medio de la armonía reproductiva. Podría decirse incluso que, de manera intuitiva, los seres humanos arcaicos propiciaron la divergencia de la retroalimentación positiva para el beneficio de su desarrollo evolutivo.
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