Heredero de una corriente pictórica de gran prosapia durante el
siglo XX, el arte abstracto norteamericano presentado en la exposición más
reciente del museo Rufino Tamayo, puede considerarse como un producto tardío
dentro de la amplia gama de propuestas visuales que durante el siglo pasado se
opusieron al figurativismo como centro del quehacer pictórico. De Kandiski a
Pollock, el abstraccionismo en las artes visuales fue una elección creativa que
marcó indudablemente el periodo de transición de la pintura moderna, signada por
las vanguardias, al arte contemporáneo, marcado por la plurivocidad ideológica
y la desrregulación estilística.
No obstante esta consideración, la breve pero contundente muestra
de arte abstracto estadounidense intitulada "Doble negativo: de la pintura
a la escultura", conformada por piezas residentes en el Museo de Arte
Contemporáneo de San Diego, revela un cariz norteamericano propio, propositivo
y tecnologizado. Asimismo, conforma una propuesta global alejada de las
sospechas ideológicas que pesaron sobre el Expresionismo abstracto de la
posguerra para erigirse en un movimiento que reta las convenciones asociadas
con el arte contemplativo y los paradigmas clásicos de lo que cuenta como
belleza artística.
Interior del Museum of Contemporary Art, San Diego. |
Así, la exposición abre con uno de los momentos más contestatarios
de Robert Rauschenberg: "Tela zurcida y listones" de 1976. Retoma de
materiales artesanales que evocan una de las bellas artes canceladas durante el
Renacimiento: el trabajo sobre telas, principalmente con el bordado. La tela del
también artista del pop-art, modifica la prolijidad artesanal del bordado
antiguo para presentar una tela inequívocamente industrializada, en gran
formato y sutilmente detallada para pender como una improbable muestra de arte
sin más.
Enseguida, la propuesta de Carl André, con su "Magnesium-Zinc
Plain" de 1969, auténtico tapete de tonalidades grisáceas elaborado con
los materiales que lo nombran. Una vez más, emula otra de las bellas artes
canceladas en la antigüedad: la ardua elaboración de tapetes, sobre todo en el
Medio Oriente de hace un milenio, llenos de colorido, tejidos imbricados y
escenas narrativas. El tapete metálico de André, en cambio, proporciona una
belleza rotunda, fría, armoniosa en la dualidad de grises, reminiscencia de
cielos borrascosos y juegos de azar.
Por igual, tenemos la presencia del estallido de colores con base
geométrica que caracterizó mucho del arte (tanto abstracto como pop y
psicodélico) de las década de los sesenta y principios de los setenta, con
obras como "Red Blue Green" de 1963, a cargo de Ellsworth Kelly, y
"Sabra III" de Frank Stella, de 1967. Todo ello en gran formato y con
una omnipresente base de trazos en simetría: apelación a los paradigmas
cognoscitivos de la mente humana al momento de abstraer del entorno patrones
lineales y planos de colores.
Magnesium-Zinc Plain |
Red Blue Green |
Una pieza emblemática de la abstracción pictórica la observamos en
el óleo sin título, 1966, de Joe Baer. Sobre el rectángulo del espacio
creativo, tenemos un delgado encuadre bicolor verde y negro que delinea la
totalidad del lienzo pintado en óleo blanco, simulando así al propio lienzo
virgen. Simulacro pictórico que, además de reflejar una apacible belleza
visual, subraya un problema recurrente en el arte pictórico contemporáneo: si
el sólo espacio del marco es suficiente para hacer rendir su interior como obra
de arte.
Sin título, 1966. |
Por su parte, Larry Bell exaspera los límites de la teoría del
arte con una variación translúcida de las cajas de detergente de Warhol
("Brillo Box", de 1964), por medio de su magnífico cubo de vidrio
reforzado y marco cromado, sin título, de 1980. Algo hay ahí, una belleza que
excede tanto las armonías contrapuestas de la artesanía y la mercancía
industrializada, lo mismo que la mera provocación artística, que hacen de este
cubo semi transparente un verdadero monumento a las posibilidades de la belleza
estética en la era postmoderna.
Sin título, 1980. |
En este sentido, el arte abstracto, sin duda, pasa también por el
manejo y el acabado de los materiales, como en el tablón negro al alto brillo
de John McCracken, "Nine Planks IV", de 1974, hecho de resina
poliéster, fibra de vidrio y madera. O la armoniosa barra de unos dos metros de
longitud con montajes cúbicos más pequeños, sin título, de 1972, a cargo de
Donald Judd, hecha de aluminio anodizado y hierro galvanizado.
Nine Planks IV |
Y el cierre contundente de la colección, obra seminal de todo arte
contemporáneo posterior: amalgama de materiales, técnicas y acabados:
"Mono Lake Non-Site" (1968) del trágicamente fallecido en plenitud de
facultades a principios de los setenta, Robert Smithson. Obra instalada en
correspondencia de dos cuadrados, uno enmarcado y otro objetual, conformada (en
la parte de abajo) por un recipiente de acero pintado que contiene en su
perímetro pedrería volcánica pulverizada, y pendiendo en un marco metálico un
mapa fotocopiado intervenido en su centro por una grande cuadrícula blanca. Juego
de espejos en diferentes acabados. Mixtura material y polisemia inferida que ya
no abandonará más al arte contemporáneo, de entonces a nuestros días.
*Una versión de este texto fue publicada en la sección "Cultura" de Milenio.com: