*Comentarios sobre "La museología digital y el museo mexicano. Herramientas museológicas digitales, 1990-2008" de Rodrigo Witker Barra en Alteridades, 2009 19 (37), pp. 87-101.
En México, los primeros esfuerzos sistemáticos para incorporar los beneficios digitales a los museos datan de hace ya treinta y cinco años. Refiere Witker en la nota al pie 10 de su artículo: "Para finales de los años ochenta, el INAH le encarga al doctor Manuel Gándara realizar un primer Inventario-Catálogo de sus acervos, para lo cual Gándara desarrolla un prototipo en plataforma Macintosh, y que se trata, sin duda, de la primera HMD creada en México".
Esto coincide con la apertura del mercado masivo de las computadoras personales para casas y oficinas que, como se recordará, en nuestro país inició entre 1987 y 1988 y alcanzó su primera consolidación a mediados de los noventa del siglo pasado.
En una primera impresión pareciera que hay un desfase entre la acelerada penetración masiva de las computadoras personales, hasta llegar a los altos números de la actualidad que, de acuerdo con el INEGI, son cerca de 50 millones de personas que las utilizan, y el avance de las HDM en la mayoría de los museos nacionales.
Un asunto que no es menor abarca dos rubros cruciales que posiblemente ralentizaron la museología digital en México a principios del presente siglo: el presupuesto y la visión gerencial de los recintos que, a diferencia de los ámbitos corporativos, tardó en expandirse a través del circuito museístico nacional.
Vinculado con esto, comenta el autor:
En estricto orden cronológico, esta primera fase de la relación entre lo museológico y lo digital, que comienza a principios de los noventa, está determinada por lo que podemos llamar "apostar al futuro". Esta apuesta significó desde buscar las mejores plataformas informáticas, la mejor tecnología y los mejores recursos, y encontrar coincidencias entre los diversos lenguajes técnicos, hasta definir los procedimientos más adecuados para llevarla a cabo. Al mismo tiempo, esta relación siempre estuvo marcada por una mezcla de sensaciones y reacciones como la fascinación, el asombro, la decepción y la cautela (p. 90).
Lo cual nos lleva a las consideraciones operativas en las que se fusionan los dos conjuntos antedichos junto con los objetivos propuestos para fortalecer el vínculo entre el público y el museo mediante las HMD, lo que constituye la razón de ser de su implementación. Afirma Watker:
Las experiencias obtenidas de la construcción de estos multimedios interactivos fueron reflexionadas y sugeridas a manera de metodología de trabajo de la cual surgieron aspectos interesantes, por ejemplo: Usar una interfaz sencilla, limitar el número de opciones de navegación del usuario; hacer atractiva la interacción, aprovechar que al usuario le gusta explorar para encender su imaginación y su deseo de aprender; hacer que el usuario se sienta cómodo, el usuario continuará con su exploración durante más tiempo si sabe done está, cómo puede continuar, retroceder o salir, y si es estimulado con sonidos e imágenes; no obligar la lectura, de hecho, las personas obligadas a leer encuentran molesto tener que hacerlo en un monitor; considerar las limitaciones sensoriales del público: emplear no solamente colores, también íconos y palabras; contemplar un contenido no lineal: los ritmos y secuencias de lectura las establece el propio usuario (p. 92).
Esto, por supuesto, debe llevar a un aumento en los volúmenes de información y de alcance público de lo ofrecido por los museos, comprensión que, de manera cierta, es la norma en el circuito nacional de museos.
De acuerdo con el autor (p. 100), los principales puntos en el uso de la HDM son:
1. Documentación de bienes culturales.
2. Promoción para la difusión masiva.
3. Gestión de los procesos museológicos.
4. Conformar un elemento narrativo para generar discursos en torno al museo.
En consecuencia, siendo todo esto ya una norma de facto en la actualidad, los museos que o bien emprendieron, pero abandonaron el uso de las HMD, ya bien aún las tienen, pero son obsoletas o, en el peor de los casos, nunca han optado por incluirlas, deben considerarse como casos anómalos en los que habrá que evaluar las causas específicas que los han mantenido en alguno de los supuestos mencionados.